15 de diciembre de 2013

Eunostos


Dice el diccionario que la palabra «nostalgia», en su origen, significaba «dolor por el regreso», acepción esta que cuesta un poco entender en un primer momento, pero que se suele sentir con cierta facilidad cuando se opta por el exilio. El problema (yo lo veo así) es que la nostalgia se centra más en el dolor que en el regreso. El nostálgico siempre permanece alejado de su terruño o, mejor dicho, se ancla en una remembranza sorda y lastimera pero no regresa. Si de mí dependiera, suprimiría de esa significación la palabra «dolor», pero no se puede. Lo que sí se puede es cambiar de palabra. Yo, en un alarde de etimólogista espurio, ofrecería otro término. Estratégicamente, me serviría de un par de raíces griegas para crear una ilusión de procedencia seria y, sobre todo, antigua. La palabra sería algo así como eunostos, es decir, «el buen regreso». No es un término bonito y en modo alguno parece castellano, pero se acerca mucho a lo que ahora siento a propósito de mi inminente visita a la tierra que me vio nacer.

13 de diciembre de 2013

Alacrán


Es una vieja fábula, ya manida, la del escorpión y la rana. Lo que no es ni viejo ni manido es su moraleja. Es triste, ya lo sé, pero en cierto modo es un resultado posible eso de actuar al margen de toda suspicacia. Yo, por lo general, actúo así, pero confieso que el resultado no siempre es alentador. Hay en algunas personas algo alacránico que las impulsa a envenenar a quien le tiende la mano, aun cuando ello implique perecer con el envenenado. Que exista gente así perjudica las salidas de la buena voluntad y hace de la humanidad un reducto de la sospecha, una justificación incuestionable de que no estamos hechos para vivir juntos.