30 de mayo de 2015

Nunca

No recuerdo quién decía que para escuchar mejor hay que cerrar los ojos. Yo casi siempre lo hago (cuando estoy en casa) y no sé si escucho mejor, pero sí hay un doble juego de disfrute que consiste en sustraerme del “mundo real” y en sumarme al “mundo de la pieza” que estoy escuchando. El problema (siempre hay un problema), es que se refuerza la soledad de quien escucha. Nadie participa de mi experiencia. Yo y mi música en una isla desierta. Por lo general, ejerzo ese ensimismamiento, pero a veces me dan ganas de no cerrar los ojos, de escuchar en compañía y compartir lo que voy sintiendo y lo que el Otro va sintiendo. Nunca pasa.

28 de mayo de 2015

Golf

En el fondo, las izquierdas son una. Hace ya un buen tiempo, el finado Hugo Chávez, el izquierdista del siglo XXI, tomó una decisión rara: expropiar campos de golf. Su argumento era más o menos este: es mucho terreno en manos de la oligarquía y allí se pueden construir viviendas para el pueblo. La medida creo que no llegó a buen fin, pero no es el caso de abundar en detalles. Recuerdo este episodio porque acabo de leer una nota en cuatro.com que dice esto: 
“¿Se van a terminar las ayudas al deporte desde los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona? Las primeras declaraciones de Ada Colau y Manuela Carmena van en este sentido. Ojo al futuro de la Fórmula 1 en Barcelona y al Club de Golf del Club de Campo en Madrid. ¡Esto han dicho!”  
Aclaro que entre ese deporte (el golf) y yo hay una distancia enorme, pero su existencia así como la existencia de las personas que lo practican, no me molesta. No veo porqué la primera medida de un gobierno populista (i.e., un gobierno perteneciente o relativo al pueblo) tenga que ser atacar una actividad de solaz propia de la llamada clase alta. Estoy seguro que en la lista de cosas por resolver y de planes por diseñar y medidas por implementar, el golf no es en modo alguno una prioridad (ni para que se vaya ni para que se quede). Sin embargo, creo que la fuerza simbólica de apuntar a ese lejano deporte es una tentación demasiado grande para las personas que se están estrenando en el ejercicio del poder. Ojalá el cambio en España no se pierda en el efectismo psicopolítico, y se oriente hacia asuntos más urgentes. El pueblo lo espera y se lo merece.

27 de mayo de 2015

Justicia

La noción de justicia es rara; muy rara. Todos tienen una idea más o menos clara de lo que es, pero pocos saben ponerla en acto. Esto en el mejor de los casos, porque, por lo general, cada cual asume la definición que más le conviene. Algunos grupos humanos cuando parece que han llegado a un acuerdo sobre qué es justo y qué no, al intentar concretarlo, fracasan. Las personas tienden a experimentar sentimientos de insatisfacción y el ciclo comienza de nuevo, es decir, se re-define lo justo y así indefinidamente. El resultado es que la justicia se convierte en una meta eterna, algo por lo cual vale la pena luchar pero que bien sabemos que nunca se podrá alcanzar.

20 de mayo de 2015

Salir

Antes, cuando la inteligencia me servía para muy poca cosa, pensaba que escuchar canciones en un idioma que uno no domina era un desperdicio estético, incluso una especie de traición a la lengua materna y, en mis momentos más recalcitrantes, un gesto de genuflexión ideológica ante la fuerza del imperio yanqui. Obviamente, estaba equivocado. Aunque uno no entienda, la voz es también un instrumento, y se la puede escuchar sin prestarle atención al significante en cuanto tal. De hecho, creo que la mayoría de los castellanohablantes que gustan del pop anglosajón no tienen idea de lo que sus cantantes favoritos dicen, pero disfrutan un montón de sus canciones. Esto indica que no es necesario saber qué se dice para disfrutar de lo que se canta. Es un poco como la diferencia entre el músico y la persona que no sabe nada de música. El primero, conoce los pormenores técnicos de lo que escucha; el segundo, no. Sin embargo, cada uno a su manera, lo pasan bien escuchando las melodías, los ritmos, etc. En ese sentido, somos como los niños que aún no saben hablar cuando escuchan a los adultos hablar. El caso es que acabo de escuchar de punta a punta el nuevo disco de Mimi Terris, joven cantante sueca, y sin haber entendido ni una sola palabra de las que salieron de su boca, acabé encantado. Acompañada por una banda estupenda (cuyo trompetista, Mårten Lundgren, por cierto, suena un poco como Wynton Marsalis), Mimi canta al ritmo que le pongan y lo hace muy bien. No sé por qué, sus canciones me ponen de buen humor. Espero que en la vida real no sean trágicas. En fin, recomiendo ampliamente este trabajo, bien cuidado y bien grabado. Ah, el disco se llama “Flytta Hemifrån”, que según el traductor de Google significa “Salir de casa”. A salir.

12 de mayo de 2015

Gotas

Por lo general, evito leer noticias de Venezuela. La razón no es ideológica, sino terapéutica. Leerlas me enferma, así que prefiero cerrar los ojos y mantenerme sano. Sé que muchos considerarán que es una decisión cuestionable, incluso cobarde, pero para algunas cosas que afectan la existencia la cobardía es más adaptativa que la valentía. No obstante, a pesar de mi determinación, de vez en cuando leo algo; igual me enfermo, pero me aguanto. Hoy vi tres notas que me resultaron realmente decepcionantes y más cuestionables que mi ceguera autoimpuesta. Una fue publicada por el diario El Nacional, otra por un sitio web llamado La Patilla y la tercera por otro sitio web llamado Ríete del Gobierno. La primera fuente se supone que es seria; las otras, no. Aunque ya se sabe que hay chistes cuya seriedad excede cualquier rigor científico o periodístico. La primera noticia, pues, va de esta suerte: Un psiquiatra afecto al gobierno de Maduro afirma, en el canal de televisión del gobierno, que existe una guerra de memes en contra de Nicolás Maduro orquestada por las grades corporaciones internacionales.  En la segunda noticia, el presidente de Venezuela afirma que las largas filas para comprar alimentos son producidas por infiltrados (sic). Y en la tercera el vicepresidente de Seguridad y Soberanía Alimentaria, Carlos Osorio, declara lo siguiente: “Si en Venezuela no hubiese comida, no hubiesen estas colas que tenemos aquí. No tuviésemos toda esa gente volcada en estas instalaciones. Esta es la mejor demostración que podemos realizar.”  He aquí un combo compuesto por 1) incompetencia profesional, 2) estupidez supina y 3) cinismo extremo que casi produce arcadas. No imagino a los corporativistas diseñando una guerra de memes para atacar a la triste figura de Maduro, cuyo único logro ha sido convertirse en una especie de epígono devaluado de su héroe personal. Es más, en cuanto a memes, Maduro no le llega ni a los tobillos a la Rana René. La segunda respuesta es típica del delirio de denegación que sufre el personaje de marras. Cada vez que ve algo que se opone palmariamente a la idea que tiene de realidad, inventa una conspiración. En este caso la invención raya en el absurdo. Me cuesta pensar en una figura cuya función sea generar largas filas (por decirlo de una manera simple) y con ello derrocar a un gobierno que se define a sí mismo como aguerrido, que todo lo hace pensando en dos posibilidades: vencer o morir, etc. Suponiendo que esa figura existiera y la denuncia de Maduro tuviera fundamento, ¿no sería ridículamente chistoso que unos hacedores de filas artificiales desestabilizaran el sistema? ¿no sería una desgracia para la dignidad de los funcionarios gubernamentales tener que admitir que algo tan simple como varias filas de personas esperando para comprar algún producto de la canasta básica genere tal desasosiego en su máximo líder vivo? (el máximo líder muerto es Chávez). La última declaración también forma parte del mismo delirio de denegación combinado con la lógica ingenua según la cual se puede considerar que la positividad y la negatividad son equivalentes. Aunque en realidad cuando leo las palabras de Osorio pienso en la olla de oro al final del arcoíris, en pie grande, en el monstruo del Lago Ness, etc. Es decir, la declaración de Osorio se puede aplicar a esos casos: La olla de oro existe porque todavía sigue saliendo el arcoiris; pie grande y el monstruo existen porque todavía hay gente que los busca. Lo mismo puede decirse de los fantasmas, incluso de Dios, i.e., diría Osorio: “Todas esas personas que van a misa no hacen sino demostrar que Dios existe.” No sé, Venezuela va de mal en peor y las personas que la gobiernan, responsables directos e indirectos de la crisis actual, quieren seguir gobernándola sin cambiar para bien. Se trata de la política de la erosión, donde el pueblo es la dura piedra y las gotas que la desgastan provienen de la cornucopia de desaguisados que comete ese gobierno.

10 de mayo de 2015

Sintonía

Uno de los responsables involuntarios de mi gusto por el jazz fue Jack Braunstein, productor y locutor de un programa de radio llamado El idioma del jazz que se transmitía por la Emisora Cultural de Caracas FM 97.7 cada domingo de 6 a 7 de la tarde. Inútil decir que no me lo perdía por nada del mundo, aun cuando las condiciones técnicas para escucharlo eran más bien precarias. La señal de la emisora llegaba a duras penas hasta las montañas de mi pueblo, y para captarla ataba a la antena de la radio una antena adicional extraída de otro aparato. Esta extensión permitía que llegara hasta el techo donde hacía contacto con una viga de metal. En mi ignorancia, creía que ese contacto era fundamental para que la señal fuera recibida. Una vez que la captaba, no debía mover para nada la antena. Desgraciadamente, mi artilugio hacía que el aparato fuera más sensible a eventos electrostáticos más cercanos. Uno de ellos era la máquina de coser de una de mis hermanas. Era costurera, así que la usaba todo el tiempo. Cada vez que accionaba el pedal eléctrico, se escuchaba la máquina en forma de un espantoso ruido que anulaba las ondas de la frecuencia modulada. Yo le rogaba que de 6 a 7 se tomara un descanso, pero a veces se le olvidaba y entonces me encontraba en el dilema de tener que perderme parte del programa para pedirle de nuevo que dejara de coser o quedarme a escuchar el programa a pesar de las terribles interferencias de su artefacto. Con todo, recuerdo aquel tiempo con cierto romanticismo y, precisamente, esa nostalgia es la que ha provocado esta nota. Hace un par de días comencé a ver Whiplash, la laureada película de Damien Chazelle. Durante los primeros minutos el terrible profesor Terrence Fletcher le pide a los miembros de su banda que interpreten un tema que se llama precisamente como la película. Al escuchar los primeros acordes me pasó como a Anton Ego cuando probó el ratatouille de Rémy. ¿Por qué? Pues porque resulta que Whiplash era el tema con el que comenzaba y acababa El idioma del jazz. Era, pues, su “sintonía”, es decir, el fragmento musical que aparece siempre al inicio y al final de un programa radiofónico y que lo identifica. La verdad, siendo yo un tanto curioso, no entiendo por qué nunca mostré el más mínimo interés en averiguar ni el nombre de esta sintonía ni quién la interpretaba, hasta ese momento que la reconocí. Gracias a internet pude enterarme que el tema fue compuesto por Hank Levy, y la versión que escogió Braunstein para su cortina pertenece al disco Soaring del trompetista norteamericano Don Ellis, grabado en 1973. Porque a veces la vida es buena, la grabación original de Universal fue remasterizada a 192kHz/24BIT por MPS (Most Perfect Sound) y subida a la red en Free Lossless Audio Codec por una persona muy generosa para regocijo de gente como yo. Confieso que no se trata de un tema que me guste como los que me gustan, pero el peso que tiene en mi historia personal excede mi gusto, y ya lo he escuchado varias veces por el puro placer de recordar aquellos tiempos de tanta carencia material pero de mucha riqueza estética.

9 de mayo de 2015

Tradición

Las pocas personas que me conocen saben que no soy afecto a los nacionalismos, y que la idea de patria me parece un desperdicio psicosocial. Sin embargo, pienso que hay cosas que nacieron en un territorio específico, que con el paso del tiempo cristalizaron y que merece la pena conservar. No digo conservarlas sin modificación, sino sumando cambios alrededor de una especie de núcleo de sentido que permite reconocerlas tal como eran. Esto que digo de un modo más bien confuso, creo poder aclararlo con una anécdota. Cruzaba hace un par de días el zócalo de la ciudad donde vivo. Unos veinte jóvenes vestidos de blanco ofrecían un espectáculo de capoeira. Los vi y, aparte de desconcertado, me sentí nacionalista; claro, un nacionalismo espurio porque no soy mexicano. Aquellos muchachos  que evidentemente habían nacido en México, bailaban, hacían acrobacias y cantaban en portugués y yo pensaba ¿Qué les pasa? ¿Acaso no hay en México un fondo cultural suficiente que les atraiga y que despierte en ellos el deseo de cultivarlo? Claro que hay, pero prefieren practicar algo que no pocos brasileños practican. No quiero arriesgar aquí ninguna conjetura, pero sí podría presentar un ejemplo: Lila Downs. Esta mujer, mezcla de mexicana y norteamericana, se ha dedicado a expresar en su música una serie de tradiciones mexicanas y, al mismo tiempo, lo ha hecho fusionándolas con recursos musicales muy actuales. Uno la ve y la escucha y todo es tan mexicano que apenas si nota que la base rítmica es colombiana, o norteamericana, o cubana, etc. No sé, estaría chido que los jóvenes mexicanos de hoy, además de practicar capoeira, se acercaran a gente como Downs, siguieran sus pasos o, mejor aún, inventaran un arte de movimiento basado en su música y, sobre todo, en su actitud hacia este bonito país por donde ya circula parte de mi sangre.