10 de abril de 2016

Amy

Anoche vi, por fin, «Amy», documental dirigido por el laureado Asif Kapadia. Se trata, como su nombre más o menos lo indica, de una biografía audiovisual de la cantante británica Amy Winehouse. Si bien la vida de esta talentosa cantante estuvo siempre en las primeras planas, Kapadia logró un producto «nuevo» conformado por videos de aficionados y versiones inéditas de algunas de las canciones de Winehouse. No echaré a perder esta novedad, solo haré referencia a un aspecto moral de la película que me dejó algo roto. Me refiero al uso de las drogas por parte de la protagonista. Eso tampoco es un secreto y, de hecho, si en un momento la popularidad de Winehouse se debió a su voz y a sus composiciones, en otro esa popularidad estuvo directamente ligada al uso excesivo e indiscriminado que la artista hizo de los estupefacientes. Sin embargo, lo «diferente» es la crudeza con la que Kapadia muestra el rápido deterioro de Winehouse debido a ese consumo; es simplemente devastadora. Casi lloré, y una y otra vez me formulaba las mismas preguntas: ¿por qué su talento no la hizo feliz? ¿por qué esa voluntad de autodestrucción? La película deja más o menos claras algunas «causas» que la llevaron por el camino de la amargura: Winehouse era una mujer emocionalmente frágil, la relación con sus padres no era del todo satisfactoria y el amor que le tuvo al hombre que se convertiría en su esposo fue todo un tormento. Con una vida así cualquiera busca evadirse, dirían por ahí. Pero, digo yo, ¿no pudo el canto haber sido su refugio en lugar de su condena? El arte pare ella fue una fosa que fue cavando poco a poco a fuerza de violencia contra sí misma. Esa tendencia me produjo desencanto y, al mismo tiempo, tristeza; aunque tal vez el «sentimiento» que me dominó fue la incomprensión (luego discutimos sobre el carácter afectivo de la incomprensión) expresada moralmente como censura. Algo en mí censuraba y censura esa opción tanatológica. Y la razón era y sigue siendo simple: saber hacer muy bien lo que pocos o nadie hace, y saber que eso que haces produce un efecto vital en los demás, solo debe traducirse en extensión de la vida, no en su acortamiento. El octogenario cantante Tony Bennet lo resumió sabiamente en una frase que, según él, le hubiera gustado decir a Amy: «Life teaches you how to live it if you live long enough.» [La vida te enseña a vivir, si vives lo suficiente]. Winehouse no pudo aprender porque la muerte la alcanzó joven. Digo la alcanzó, pero, desde mi punto de vista, cada vez que la tuvo cerca, en lugar de correr y alejarse, Amy disminuyó el paso, hasta que la Parca le detuvo el corazón. Vean este documental y aprendan lo contrario.