21 de mayo de 2011

Mientras

Pero siempre que lo intento
ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento
a silbar mi melodía.

Joaquín Sabina

Esos cuatro versos pertenecen a una canción muy triste llamada «Calle Melancolía». Por razones que ahora no sé explicar, la canción me gusta mucho y la escucho con cierta frecuencia. Su compositor, Joaquín Sabina, al menos desde mi punto de vista, debería sentirse satisfecho de haber podido resumir de una manera tan precisa y al mismo tiempo tan sentida un estado de ánimo que se me ocurre llamar, precisamente, melancolía. Dice el diccionario, que es como el mercadillo de los poetas, que melancolía es una «tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.» En cada imagen de «Calle…» no es posible desentenderse de la atmósfera melancólica que la rodea. Una yegua sombría, un cielo cada vez más lejano, el paisaje de antenas y cables, la cuesta del olvido, el crucigrama…, todo es triste y sin embargo bonito. Tanto que con gusto me sentaría en esa escalera a silbar con él mientras llega el próximo tranvía.

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