30 de julio de 2012

Autoritarismo


Aunque parezca paradójico, aquel que cree estar en la posición justa no es el que al final le hace bien al Otro. Por lo general, arrincona moralmente a su semejante (a quien, por cierto, considera su diferente) hasta producirle, por un lado, un ineluctable sentimiento de culpa y, por el otro, un profundo conflicto de identidad. El segundo, oprimido por la corrección moral del primero, vive preguntándose constantemente si lo que hace es digno de castigo y debe disculparse por su comportamiento y si eso que cree ser es digno de ser defendido o si es mejor someterlo a una transformación radical o, si eso no funciona, desecharlo definitivamente. En resumen, se ve forzado a dejar de ser lo que es o, mejor dicho, lo que venía siendo. Tristemente, este proceso no es una rareza. Es más común de lo que creemos. Los políticos, los militares, el clero y muchos intelectuales y algunos artistas suelen comportarse de esa manera, y lo hacen sin tener como referente ideológico ni la derecha ni la izquierda. Simplemente creen que son así y actúan en consecuencia.

24 de julio de 2012

Ex-13


Acabo de notar, no sin cierta sorpresa, que Haplofrenia ha perdido un seguidor. Eran 13 y ahora hemos vuelto a 12. No puedo evitar pensar que dije algo que propició esta especie de deserción. Si la culpa ha sido mía, pido perdón. Si la culpa no ha sido mía, entonces le deseo al ex-13 toda la suerte que no tiene esa cifra y que esa suerte le ayude a encontrar un blog mejor que este; sé que sobran. :-)

23 de julio de 2012

Magia


Acabo de leer una reseña de The Book of Abramelin, obra escrita por Abraham von Worms en el año 1608. La reseña está firmada por el señor Ian Rons. Quiero comentar  y a ratos traducir a mi manera su primer párrafo y los dos últimos, porque dan para soñar y regocijarnos del ingenio humano. Dice Rons en el primer párrafo que The Book of Abramelin, como documento histórico, es más bien singular. Escrito con una prosa honesta y sencilla, el libro describe con intensa devoción un trabajo mágico de 18 meses para que el operador entre en contacto con su ángel custodio y con otros ángeles divinos. Este contacto, de hacerse efectivo, proporciona habilidades mágicas como la profecía, la sanación y el acceso a tesoros ocultos. También se logra el control de un cierto número de espíritus malolientes. En los dos últimos párrafos Rons dice esto otro: A pesar de algunos problemas menores como errores tipográficos y una desafortunada falta de información sobre el aceite y las recetas del incienso, es un tomo altamente evocativo e inspirador. Rons se siente muy feliz de creer que Abraham realmente tuvo una experiencia mística parecida a las de incontables místicos a lo largo de la historia. Según él, Abraham ya tiene su lugar aunque sea en el oculto ghetto del esoterismo. Ahora bien, que los magos modernos sean capaces de obtener algo de este libro es otro asunto. La creencia es crucial en la práctica de la magia y, se pregunta Rons, ¿hoy en día quién puede creer seriamente en ángeles con la suficiente fuerza como para suspender la incredulidad racional y experimentar algo similar a lo que experimentó Abraham? Por mi parte, no he movido una sola neurona para dar respuesta a esa pregunta. Mi imaginación, en cambio, aún sigue dándole vueltas a este insólito asunto.

Amistad


Lo que uno piensa para sí y desde sí de cara al Otro casi siempre pertenece al orden de la imprecisión cuando no del desatino. Allí donde creo que soy honesto, el Otro me percibe como sospechoso; allí donde creo ser simple, el Otro me percibe como soberbio. Este proceso se prolonga indefinidamente. Cuando no se lo puede sobrellevar se convierte en intolerancia; cuando se lo sobrelleva con dificultad pero con gusto se llama amistad.

Eventos


Junichiro Tanizaki cada año organizaba excursiones a lugares espléndidos como los bosques de Ishiyama o el estanque del monasterio de Suma. El objetivo de esos viajes era ver la luna de otoño. Creo que Tanizaki sabía muy bien cómo disfrutar de los eventos naturales.

Jardín


«Aquél que podría vivir teniendo un jardín y vive sin tener jardín, y además se queja de vivir sin jardín, comete una gran injusticia.» (Peter Handke)

20 de julio de 2012

Feliz


Un hombre feliz no es el que se siente feliz desde sí y para sí, sino el que hace evidente su felicidad.

17 de julio de 2012

Difícil

La persona difícil de convencer no es la que  dice «no te creo», sino la que siempre prefiere creer otra cosa.

14 de julio de 2012

Timoteo


Acabo de ver el trailer de una película que está por estrenarse. No diré el nombre, pero sí comentaré un poco lo que logré captar de las fragmentos que ofrece el adelanto. Una pareja que no puede tener hijos decide no resignarse, y una noche cualquiera decide concebir uno, pero no por la vía standard. En su lugar, optan por anotar en una libreta cómo les gustaría que fuera ese hijo si llegaran a tenerlo. En cada hoja definen un rasgo. Al final, guardan todas las hojas en una pequeña caja de madera. La cierran y van al jardín, donde la entierran. Durante la noche llueve y de la tierra brota un niño hecho y derecho. Al día siguiente, la pareja nota que hay alguien en una de las habitaciones: es el niño. Se sorprenden y le preguntan quién es. El niño responde: Mi nombre es Timoteo el Verde. Los padres le miran de arriba a abajo y ven que de las pantorrillas de Timoteo brotan unas hojas verdes como si de un arbusto se tratara, y ya no cuento más. No sé si vería esta película, aunque no deja de resultarme interesante esto del niño que no nace de vientre sino de papel y tinta, como los personajes de las novelas. Esperemos el estreno.

12 de julio de 2012

Da Vinci


Yo diría que «Da Vinci» de Nico Gori y Fred Hersch es una maravilla. Aunque la tesitura, el sentido y la instrumentación son diferentes, me hace recordar «Dois Irmaos» de Paulo Moura y Raphael Rabello. Comparaciones aparte, «Da Vinci» es un disco perfectamente audible desde la primera hasta la última pieza. Si pueden, escúchenlo: es un oasis auditivo en medio de todo el ruido político y económico de la crisis.

Lucidez


Ayer me sucedió algo realmente extraño. Una persona a quien llamaré Juanete me dijo, a manera de insulto, «puto suramericano de mierda». Confieso que no me sentí ofendido, sino definido. La calificación denigratoria del término «puto» que encarece significativamente los otros tres términos del enunciado fue certera (y no sé si acertada). Además, la preposición «de» la usó magistralmente, en esta caso denotando la naturaleza de la que, según el ofensor, está hecha mi procedencia geográfica y cultural. Con ello, en un relámpago de sentido, me dejó claro que para él no tengo valor, que estoy mal hecho y que, en fin, soy una persona sin cualidades ni méritos y que por eso, respecto de mí, se toma la licencia de hacer lo que le da la gana. En cierto modo, su expresión tuvo una contundencia tal que casi la tomé como un elogio. Sin embargo, como queda claro, no lo fue. Es decir, tanto su enunciado como el contexto espacial y temporal de su enunciación apuntaban claramente no solo a ponerme en el lugar que ocupo en la sociedad española o, mejor dicho, para ese español en particular (aunque sospecho que Juanete no inventó esa frase), sino  que merezco ser tratado con violencia en un primer momento, luego con vilipendio y al final con indiferencia. Algunos dicen que Juanete no forma parte de las filas de la cordura; yo pienso que a veces tiene grandes momentos de lucidez.

10 de julio de 2012

Trece

Contra todas las previsiones y para desaliento de los pesimistas, Haplofrenia ha alcanzado la misteriosa suma de 13 seguidores. Ahora sí este panadero tiene su docena.

Imaginación


Como ya se sabe, la imaginación gusta mucho de divagar. En una de esas divagaciones, hace tiempo ya, llegué a la conclusión de que sería interesante estudiar física; digo, por un momento pensé en hacer una segunda carrera realmente científica. Quería conocer los mecanismos que le permiten a un ser humano afirmar que existen entidades diminutas que nunca vemos pero que son responsables de lo que conocemos como materia. Luego me enteré de que la mayoría de esos mecanismos eran imaginarios y que los físicos podían tardar años en ver lo que su imaginación, muy adelantada, en algún momento postulaba. Así que me quedé con la psicología que suele estar cerca de las imaginaciones y, por ende, de los mecanismos de los físicos. Sé que si algún miembro de esa rama de la ciencia lee esto seguramente dirá que ni tenía ni tengo idea de lo que es la física. Es cierto: no tenía idea y sigo sin tenerla. No obstante, de vez en cuando la curiosidad me lleva a enterarme de algunas de las cosas que hacen esos señores tan sesudos y tan serios y que, la verdad, no dejan de corroborar eso que acabo de llamar ignorancia, condición que, dicho sea de paso, es lo habitual en mí. De lo último que me he enterado es que unos físicos (seis en total, comandados por el Dr. Peter Higgs, octogenario) han descubierto (o están a punto de descubrir) un Higgs Boson, es decir, una partícula elemental, una cosita infinitesimal que está muy pero muy cerca de no ser nada y que, a pesar de esa condición existencial, es capaz de hacer que otras partículas elementales tengan masa. No sé para qué pueda servir ese tipo de descubrimiento, pero me gusta imaginar a esos bosones, infinitamente pequeños, restregándose entre sí para que, por ejemplo, yo una que otra mañana pueda desayunar unas ricas arepas o unos apetitosos chilaquiles verdes.

7 de julio de 2012

Pedantería


Confieso que no sé nada de Gandhi y que no estoy de humor para consultar Wikipedia para prevenirme de hablar sobre la base de la ignorancia. Sin embargo, voy a correr el riesgo, es decir, comentaré una frase que acabo de leer, firmada por él, porque me parece  un despropósito y, además, me resulta sorpresivamente pedante. La frase es esta:
«Mucha gente, especialmente la ignorante, desea castigarte por decir la verdad, por ser correcto, por ser tú. Nunca te disculpes por ser correcto, o por estar años por delante de tu tiempo. Si estás en lo cierto y lo sabes, que hable tu razón. Incluso si eres una minoría de uno solo, la verdad sigue siendo la verdad.»
Si uno lee esas palabras rápidamente y luego nota que su autor es un hombre cuya fama de sabio pacifista es incuestionable, concluye que se trata de palabras sensatas dignas de ser asumidas o practicadas en la vida cotidiana. Pero una segunda lectura, al menos para mí, revela todo lo contrario. Toda la idea es un monumento a la soledad y al culto del Yo. Primero, esto de gente ignorante me parece excluyente y en el fondo se puede resumir en esta otra frase: El que sabe soy yo. Eso de no disculparse por ser correcto es afín a la indolencia y a la autocomplacencia. Sólo se puede saber si uno está en lo cierto si Otro refrenda tus argumentos. Tener razón solamente desde sí es no tener razón. En este sentido, eso de saber que uno está en lo cierto sobre la base de lo que dice la razón de uno es puro onanismo intelectual del tipo yo me conozco y yo me entiendo y no me importa si me conoces o no, si me entiendes o no. Lo mismo aplica para las dos oraciones finales. Saberse solo y, al mismo tiempo, creer que se es dueño de la verdad es una aporía psicosocial porque, insisto, una verdad para ser tal necesita de un Otro que la corrobore; es un resultado relacional y no individual. Sin ánimos de exagerar, esta idea de Gandhi puede encontrarse en el pensamiento de los ególatras, de los autócratas, de los autoritarios y de los megalómanos. Los que vivieron los tiempos de Franco en España y los que viven los tiempos de Chávez en Venezuela, por decir solo dos ejemplos, entenderán perfectamente lo que digo.

5 de julio de 2012

Apología


Siempre he creído que las telenovelas, mal llamadas culebrones, han sido injustamente vilipendiadas. Creo que pocos productos culturales pueden jactarse de tener como materia prima la humana pasión en su máxima expresión. Incluso, las telenovelas hacen que uno se sienta apasionado. No obstante, cuando se trata de admitir públicamente sus virtudes nadie da un paso adelante. Si no se recula, se critica dura y amargamente a este indefenso género. Digo indefenso porque la telenovela no tiene argumentos para rebatir las acusaciones en su contra. Si alguien, por ejemplo, le dice que es cursi, la telenovela no puede sino admitir que lo es. Ahora, esa admisión en modo alguno tiene que ver con una especie de claudicación. Tiene que ver con un desinterés frontal por enfrascarse en discusiones  inútiles. A la telenovela no le interesa la razón; tampoco le interesa tenerla. Lo importante para la telenovela es sentir. Si en algún momento algún personaje desarrolla una línea de razonamientos o urde algún plan malévolo, lo hace porque hay en él un sentimiento que le motiva y le guía. Estoy convencido de que esta predilección por el sentir es lo que engancha a los telespectadores. Sin embargo, repito, pocos están dispuestos a admitirlo; digo, que están enganchados a una telenovela en particular. Ante la crítica, guardan silencio y, como ya se sabe, el que calla otorga. Todo este palabrerío apologético viene al caso a propósito del reciente resultado de las elecciones presidenciales en México y los cuestionamientos basados en el hecho de que el ganador está casado con una actriz de telenovelas. Aparentemente, según las críticas que he leído, el curriculum de esa señora no es lo suficientemente virtuoso para ejercer de primera dama de la república mexicana, y su invirtud estriba en que fue entre otras cosas Marcia Montenegro en Mariana de la Noche o Teresa Hernández García en Destilando amor; villana la primera, heroína la segunda. Yo por el contrario pienso que si una actriz que ha dedicado su vida profesional a representar y despertar pasiones decide incursionar en la política está tomando la más coherente de las decisiones. Un político se dedica precisamente a despertar en el pueblo afectos a los que luego no corresponderá, y a pesar de su inconsecuencia actúa como si no pasara nada o, peor, como si estuviera cumpliendo lo que prometió. Dicho de otra manera, hace de su ejercicio profesional un acto telenovelesco. En este sentido, sería igualmente coherente que los presidentes una vez que abandonaran su cargo, incursionaran en la actuación dramática porque su formación política sería un soporte sólido para el desarrollo de esta segunda carrera. No sé, a mí me parece que en los próximos seis años los mexicanos para entender, o mejor dicho sentir, los programas gubernamentales no necesitarán hacer un análisis sesudo, sino recuperar el acervo telenovelístico que en su país es muy nutrido.

4 de julio de 2012

Levántate

Me gusta cuando la vida cotidiana me da sorpresas semióticas. Venía yo en el 24 rumbo a casa. Era la hora pico, así que el autobús se movía lentamente. Mientras, yo distraídamente veía por la ventana el resto de los coches que hacían lo propio. De pronto, veo una ambulancia con las siguientes palabras escritas en uno de sus laterales: «Ambulancias Lázaro». No pude evitar sonreír y pensar que con ese nombre esa ambulancia siempre se mueve dentro de los márgenes de un milagro o a lo sumo sus paramédicos siempre albergan la esperanza de que en los casos fatales el accidentado se levante y ande.

Helado


Las formas que adoptan las compensaciones metafísicas son imprevisibles y, por lo general, difíciles de comprender. De un tiempo a esta parte, emiten por TV un comercial cuyo sentido no deja de perturbarme e invariablemente me hace sentir que esas compensaciones se reparten de manera desigual e injusta. En este comercial que les digo un futbolista famoso está sentado en una banca pública. De pronto una voz en off, que inmediatamente asociamos con Dios, le invita a pedir un deseo. Esa invitación, viniendo de un ser que suponemos omnipotente implica, por lo tanto, que el deseo del futbolista habrá de cumplirse ipso facto, y en efecto así sucede. Pero eso no es lo interesante, sino el deseo que ese hombre formula. Con una sonrisa boba y con una voz chata, nasal, ayuna de toda impostación, el futbolista pide helados para todos. Cada vez que le oigo pedir eso, pienso esto solamente lo puede pedir una persona que lo tiene todo y que, al mismo tiempo, vive en una burbuja regida por una especie de apercepción analógica invertida. Me explico, este futbolista tiene todo lo que una persona de 28 años (y también una que no sea tan joven) pudiera desear: fama, dinero, un trabajo que al mismo tiempo es un juego, afectos positivos profundos e intensos que nutren su existencia (lo quieren los suyos y también toda una nación), etc. Esto, en resumen, significa que ya no tiene nada qué pedir para sí. Sin embargo, a la hora de pedir para los demás no pide que tengan todo lo que él tiene, o estados superiores y abstractos como la paz mundial, no, él pide una cosa que cualquiera puede tener: un helado. Una justificación lógica de esa petición sería que si pidiera que todos tuvieran tanto como él, Dios en modo alguno participaría en la generación de un chiste tan cruel como el chiste del comercial. Seguramente, este futbolista de apariencia apacible y bonachona, fuera del mundo ficticio del anuncio pide para sus adentros que todos tengamos la suerte que él ha tenido, pero de momento sigo pensando que a la hora de pedir para nosotros, al menos en la esfera de la ficción, pide mal y poco.

1 de julio de 2012

Anti-decepción


Insomne quién sabe por qué, me he enterado de los resultados preliminares de los comicios electorales que apenas se realizan en México. La fuente, no sé si confiable, es «Google: Política y Elecciones». En esta página aparece un mapa del país norteamericano con los estados coloreados según el candidato que obtuvo la mayoría de votos. Curiosamente, hay una clara división entre el norte y el sur. En los estados norteños ganó Enrique Peña Nieto. En los estados del sur, excepto Chiapas, el ganador ha sido Andrés Manuel López Obrador. Puesto que esta división no es simétrica, Peña Nieto se perfila como el próximo presidente de los mexicanos. Sé de gente a quienes este resultado les decepciona, indigna y entristece. A ellos les digo, por modo de consuelo, que la verdadera política es la que hace cada quien en su entorno inmediato. La otra, la decepcionante, es impersonal, distante e indiferente, como los astros y los vegetales. Así que ahora y en adelante sólo queda actuar bien y de cerca, no para que lo lejano cambie, sino para que las inmediaciones poco a poco mejoren y hagan que la vida concreta —la vida de uno— sea más llevadera.