15 de febrero de 2013

Academia


La Academia norteamericana ha difundido la idea de que para producir conocimiento hay que competir. Los académicos del resto del mundo y, sobre todo, las instituciones académicas, han asumido esa idea acríticamente y la han convertido en un imperativo de supervivencia y status además de una vía necesaria para conseguir financiamientos para la investigación. Se piensa, tal vez de una manera un tanto ingenua, que ser mejor y producir más equivale a más y mejor conocimiento. Sin embargo, al menos desde mi punto de vista, cuando requieres a alguien a ser mejor y hacer más que el Otro bajo pena o sanción determinadas, también estás colaborando para que ese Otro se quede al margen del proceso de producción de conocimiento o, dicho de un modo más directo, colaboras con su exclusión. Esto es casi matemático, el efecto colateral de la competencia no es la proliferación del éxito sino del fracaso. Desde mi punto de vista es más sano abandonar esa idea, y optar por otra que no genere ese efecto. Pienso que para producir conocimiento hay que colaborar; no hay que competir. No se trata de ser mejor que el otro y que éste sea peor que tú, sino que ambos unan sus fuerzas para producir un beneficio concreto para su comunidad, la cual incluye tanto a científicos como a no-científicos. Un currículum no debe ser competitivo, sino colaborativo. Tampoco debe hablarse de “producción científica”, sino de “beneficios científicos”. Por ejemplo, para mí un criterio que debe ser borrado de los anales académicos es el del número de citas que una publicación acumula. Esa cantidad no dice cuánto ha beneficiado o servido un producto científico, sino cuánto un cierto grupo de científicos es capaz de mirarse constantemente el ombligo. He visto y oído a académicos pedir a su grupo de referencia que se citen entre sí, para engordar ese indicador. No los cuestiono; simplemente son víctimas de las conminaciones del sistema. En todo caso, pienso que las sociedades merecen que el conocimiento producido por sus intelectuales regrese a ellas en forma de beneficio concreto y que ese beneficio sea el producto de un trabajo comunitario y no de un proceso competitivo; que todo académico colabore desde sus posibilidades y que nadie quede fuera, esa debe ser la consigna.

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