13 de diciembre de 2013

Alacrán


Es una vieja fábula, ya manida, la del escorpión y la rana. Lo que no es ni viejo ni manido es su moraleja. Es triste, ya lo sé, pero en cierto modo es un resultado posible eso de actuar al margen de toda suspicacia. Yo, por lo general, actúo así, pero confieso que el resultado no siempre es alentador. Hay en algunas personas algo alacránico que las impulsa a envenenar a quien le tiende la mano, aun cuando ello implique perecer con el envenenado. Que exista gente así perjudica las salidas de la buena voluntad y hace de la humanidad un reducto de la sospecha, una justificación incuestionable de que no estamos hechos para vivir juntos.

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