14 de enero de 2014

Sorpresa


La vida estética responde más a la sorpresa que a la voluntad. Hay gente que busca la belleza y difícilmente la encuentra. Hay gente que no lo está buscando y a cada momento, inesperadamente, se topa con ella. Hoy iba camino al DF y el autobús que me transportaba nos entretenía con una película para hacer más llevadero el trayecto. El nombre de la película en castellano era “Los juegos del destino” y en inglés “Silver Linings Playbook”. No contaré aquí de qué iba. Solamente diré que, a su manera, era una película sentimental y muy bien actuada. Pero la cuestión estética viene al caso no por algo que sucediera en la película, sino por algo que sucedió fuera de ella y que resumo a continuación. El cálculo de la duración de la película no estuvo del todo sincronizado con la duración del trayecto, así que cuando estábamos entrando a la terminal la película alcanzaba su punto culminante. Yo me puse de pie para bajar del autobús y mientras lo hacía vi reflejado en el monitor delante de mí el rostro de un señor de unos 60 años de edad que seguía viendo la película; quería verla hasta el final. El señor allí en su asiento, ignorante de mi mirada, lloraba. No era un llanto histérico, sino un llanto contenido, un llanto producto de ese final emotivo, para algunos cursi, pero que para el señor estaba cargado de esa belleza que por bella convoca a las lágrimas. No era, para mí, un final extraordinario. Era un final como cientos de finales; un final donde una persona le dice a la otra que la ama; nada más. Sin embargo, esa confesión hizo llorar de emoción a aquel señor. Cuando el autobús se puso en alto, también la película se detuvo. El señor súbitamente salió de su arrobamiento y se dispuso a salir y por un momento se cruzaron nuestras miradas. Sonreímos mutuamente. Bajé del autobús invadido por la estética de ese momento, y aún ahora, luego de 12 horas, la sensación no me abandona. Cosas bonitas de la vida.

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