30 de septiembre de 2014

Dos

Hay el mundo de la razón y el mundo del azar. En el primero, los acontecimientos son el producto de la activación de leyes ineluctables, sean o no naturales. En el segundo, nadie sabe con certeza por qué ocurren las cosas. En el primero, la causa y el efecto son los protagonistas. En el segundo, el destino, Dios, la suerte, la magia, los astros, etc., producen todo por medios siempre misteriosos. Y así como hay mundos, hay gente. Algunos viven deduciendo causas a fuerza de filosofemas y otros andan esperando que algo suceda en cualquier momento, convencidos de que la lógica no puede explicar esa inminencia. Confieso que los segundos me resultan más simpáticos que los primeros; los que van a misa no tanto, pero sí los que juegan lotería o los que dan gracias porque salieron sin paraguas y no llovió, o porque fueron al mercado por algo de verduras y se toparon con el amor de su vida.

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