24 de enero de 2012

Castigo

El viernes 13 de enero, día de mal agüero para los norteamericanos pero sábado chiquito para las gentes de mi país, el presidente del gobierno venezolano presentó su memoria y cuenta ante el parlamento. Según el vicepresidente de ese organismo, seguidor incondicional del presidente, esa presentación duró 9 horas y 27 minutos. No puedo evitar detenerme un poco en esta duración exorbitante. En primer lugar, que alguien necesite tanto tiempo para decir algo a los demás me parece una falta total de virtudes comunicativas. Los mensajes que más calan son los que en un tiempo mínimo comunican algo significativo. El mismo presidente, en  su tórrida y cuestionable entrada a la esfera pública, logró un lugar en el imaginario psicopolítico venezolano con dos palabras: «Por ahora». Sin embargo, parece haber olvidado la fuerza de esa frugalidad discursiva. En segundo lugar, en un ejercicio de ficción extrema, supongamos que ese viernes todos los venezolanos se hubieran sentado a escuchar lo que tenía que decir el presidente. Hubiera sido una catástrofe económica. Nada hubiera funcionado durante 9 horas y 27 minutos. Afortunadamente, ese interés parece no existir y los únicos que tuvieron que sufrir esa alocución de cabo a rabo fueron los miembros del parlamento. Un castigo mínimo por todo lo que le deben al país.

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