20 de enero de 2012

Sentido

Curioseando me enteré de la existencia de la pena de sentido. Al principio pensé que se trataba de una especie de castigo semiólógico que se aplica a los que no usan el lenguaje para darse entender, pero la realidad es muy otra. La pena de sentido proviene de la religión católica, y consiste en aplicar a las personas indignas de presentarse ante Dios un suplicio que afecte al espíritu por la vía del cuerpo, específicamente, atormentando alguno de los sentidos. No sé muy bien como serían esas personas indignas de presentarse ante Dios, pero tal vez no sea sorpresa encontrar en la lista (si la hay) a ciertos políticos y a ciertos militares; ah, y sin duda, a los economistas que apertrechados en las agencias de calificación dicen cosas como esta: «Para que todo vaya bien hay que reducir el gasto en educación y en salud.» ¿A quién se le ocurre pensar que el dinero invertido en el bienestar de una sociedad es un gasto?

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