Debido a los azares del zapping me topé con un programa
estupendo llamado «Alaska & Mario», emitido por Mtv de España. El estilo es
un poco como el de «Gene Simmons:
Family Jewels» pero a lo «EdTV». Está protagonizado no por una
familia, como en el caso de Simmons, ni por un hombre, como en el caso de Eddie
Pekurny, sino por una señora, su joven marido y algunos de sus mejores amigos.
El quid del programa no es otro que mostrar la vida retozada de Alaska,
cantante de música pop que viste como la madre apócrifa de Eduardo Manos de
Tijeras, y su esposo, un sujeto oblongo que me recuerda a Victor Van Dort, el
tembloroso protagonista de «El cadáver de la novia», pero en una versión más
bien histérica e hilarante, rasgos que juntos hacen que Mario sea, desde mi punto de vista, un personaje entrañable y sin duda insuperable. Esto último, insisto, al menos para mí, es lo que sostiene el programa: Mario es una de las personas
más divertidas que he visto en la tele desde que tengo memoria. Bueno, para no
ser injusto, Carlos Villagrán y Colin Mochrie no se quedan atrás, pero de ellos
hablaré otro día. Mario es capaz de mantenernos atentos a una cadena de acontecimientos
aparentemente superfluos o con poco o ningún sentido sólo por el gusto de ver
cómo se divierte, cómo suelta a cada rato una carcajada y pone patas arriba la
idea del ridículo. Aunque suene un poco demodé, Mario da la sensación de ser
como es. Esta especie de tautología de la identidad nos conmina a admitir que
Mario es una persona muy original, es decir, que nadie es como él. Y en un
mundo como el nuestro, donde todo tiende a la imitación y a la iteración, ese
resultado es un valor que no se puede pasar por alto. Claro, la primera seducida
por el encanto de Mario es Alaska. En el programa, y perdonen la cursilería,
esa pareja se ama intensamente. A cada momento hay muestras de amor. Acaso por
eso la alegría se les da de una manera tan espontánea. En fin, un día de estos
que se sientan plurales e inclusivos vean un episodio de este delicioso programa;
puede que sufran una decepción pero tengo la certidumbre de que ocurrirá todo
lo contrario. Allí encontrarán al verdadero Súper-Mario.
Amor, en tu blog no hay espacio para decir algo sobre la imagen así que lo escribiré aquí. ¡Me encanta! Y los lentes de Haplo (así he bautizado a tu muñeco) son igualitos a los tuyos.
ResponderEliminarEl espacio no siempre pertenece al orden del haber sino al orden del hacer, y, bueno, ya has hecho un espacio. Gracias. También me encanta el bautismo; ya quisiera yo llamarme así: Haplo=Simple ¿recuerdas?
ResponderEliminar