3 de junio de 2012

Tarde


Hay noticias de las que prefiero enterarme tarde ya. Así, me llegan con el manto protector de lo que fue como fue y que nadie puede cambiar; a lo sumo algún osado puede redefinirlas, pero cambiarlas jamás. Hoy, por ejemplo, supe que Yasunari Kawabata decidió suicidarse en la primavera de 1972, cuando apenas acababa de estrenarse en el mundo como septuagenario y habiendo recibido en 1968 el premio Nobel de Literatura. Mucho antes, en 1924, escribió un relato breve llamado “La frágil vasija”. Acabo de  leerlo y, aparte de nostálgico, me resultó particularmente bonito. Quiero rescatar de ese relato una frase que no le pertenece, es decir, que Kawabata extrajo de la Biblia: “Honra a la mujer tanto como a la más frágil vasija.” Sé que la Primera Epístola de San Pedro es un documento que aconseja de una manera más que cuestionable la sumisión de la mujer, pero esa frase, justo donde la usó Kawabata, es perfecta, porque se refiere al amor que es como dejar caer esa frágil vasija sin permitir que se rompa, sin que dé en el suelo y sin detener su caída. No comprendo cómo alguien que ha logrado usar esas palabras puede llegar a quitarse la vida, pero así fue.

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