3 de noviembre de 2012

Magia


La Encylopædia Britannica tiene un versión en línea que, para sorpresa de los escépticos, se puede consultar gratuitamente. Hace unos minutos busqué el término «magic» y el portal me ofreció un artículo extenso y detallado que además de definirlo, se adorna con asuntos psicológicos, antropológicos, sociológicos, etc. que hacen las delicias de los espíritus curiosos. Yo no soy uno de ellos, pero igual me entretengo con cosas como estas. El artículo comienza definiendo el concepto de una manera francamente circunspecta. En modo alguno asoma alguna duda; tampoco permite pensar que haya reticencias. De hecho, afirma flemáticamente que la magia es un tipo de racionalidad, una manera de pensar que asume la existencia de fuerzas invisibles que ejercen ciertas influencias sobre los eventos visibles y, también, producen cambios en las condiciones materiales de las entidades que pueblan este mundo. Puesto que se trata de una enciclopedia, luego de la definición inicial, sigue una clasificación de los asuntos mágicos. Se habla de los elementos de la magia, de los hechizos, los materiales, los ritos, y, finalmente, de las funciones de la magia. Y en ese último punto quiero detenerme por un momento. Según la Encyclopædia la magia tiene una función instrumental y una función expresiva. La primera se basa en el intento de influir en la naturaleza o en el comportamiento humano, y se mide por la eficacia con la que se logra el resultado deseado. Por ejemplo, si quiero que deje de llover y coloco en el jardín una cruz de cuchillos e inmediatamente la lluvia amaina o cesa del todo entonces la magia ha sido instrumentalmente eficaz. Esta primera función tiene a su vez tres tipos: el productivo, el protector y el destructivo. La magia productiva se usa para solicitar un resultado exitoso y positivo de un acto humano o de un acto de la naturaleza, por ejemplo, que llueva si hay sequía. La magia protectora tiene como objetivo defender a un individuo o a una comunidad de los avatares de la naturaleza o de la maldad de los Otros. El uso de amuletos y talismanes pertenece a este segundo tipo. La magia destructiva, también conocida como hechicería o brujería, tiene como fin hacer daño a los demás. A menudo está motivada por la envidia y es socialmente disruptiva. La madrastra de Blancanieves o Lord Voldemort son ejemplos clásicos de este tipo de magia. La Encyclopædia no se extiende en la función expresiva de la magia. Se limita a decir que se refiere a la semántica y al simbolismo que acompañan a las prácticas mágicas. Por ejemplo, la magia puede generar un sentido de identidad colectiva a los grupos que realizan rituales orientados a dar poder y fuerza a sus miembros. Esto, sin magia alguna, también lo logran los temperamentos mesiánicos y algunos nacionalistas cuando mezclan sus ideas con el carisma y con el deseo de la gente de querer estar bien.

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