7 de noviembre de 2012

Orgullo


Si uno busca en el Diccionario la palabra orgullo, notará al menos dos cosas. La primera que es una definición más bien fea que pertenece al orden egoísta del ser, y la segunda que es un término que proviene del catalán. Si lo buscamos en su idioma original, se fealdad aumenta y además se dice que si no viene del germano entonces viene del castellano o del portugués. O sea, que pocos quieren atribuirse el origen de tan feo término que dicho de una vez se define así: Sentiment d’estima de si mateix que fa que hom es cregui superior als altres o almenys que es consideri molt satisfet dels seus mèrits. [Para los que todavía no dominan el catalán, traduzco libremente: Sentimiento de estima de sí mismo que hace que un hombre se crea superior a otros o al menos que se considere muy satisfecho de sus méritos]. Este sentimiento también lo puede producir una cosa o una persona, por ejemplo, uno se puede sentir orgulloso de un hijo. Lo cierto es que antes de comenzar a escribir esta nota quería usar esa palabra y, por pura curiosidad, la busqué en el diccionario con el resultado que acabo de referir. No obstante, a pesar de todo, quiero usarla porque, al menos en mi caso, nada tiene que ver con el egoísmo o con la vanidad ufana, sino con una especie de plenitud existencial que solo se siente porque al Otro le va bien. Así que lo que siento desde ayer es un orgullo grande por la nueva y muy meritoria doctora Silvaseñor. Desde aquí le envío mi abrazo de oso enamorado y buenamente envanecido por su éxito, que seguro continuará indefinidamente.

2 comentarios:

  1. Y sin duda ha sido un éxito familiar, con lo cual puedo decir que yo también estoy orgullosa de nosotros. Te amo!

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  2. Estoy de acuerdo, pero el grueso del mértio es tuyo. Y eso no te lo quita nadie. Te amo y que siga la buena vida y la vida buena.

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