11 de marzo de 2013

Elecciones


Se realizarán elecciones presidenciales en Venezuela y el escenario no puede ser más desalentador. El partido de gobierno, como siempre, amenaza con guerra (y no es una metáfora) si alguien se opone a sus aspiraciones de perpetuarse en el poder y de seguir bebiendo sin interrupciones de la aparentemente inagotable fuente petrolera, mientras que la coalición opositora volverá a denunciar unas condiciones sociales atroces y un desafuero gubernamental que la mitad de los venezolanos no está dispuesta a reconocer porque la ventaja del infierno es que no hace frío. La única novedad es que el candidato de gobierno será un fantasma o un zombie, según se lo vea. En este sentido, la estrategia de los chavistas será la transubstanciación psicopolítica. Le harán creer a los electores que el nuevo candidato es copia fiel del fallecido comandante o, mejor dicho, que el espíritu de Chávez obra a través de Maduro. Tristemente, me temo que los electores creerán esa vulgar patraña, porque así es la idolatría y el luto se contrapone totalmente a la claridad de consciencia. Por su parte, la oposición tendrá que idear una estrategia análoga pero en sentido contrario, es decir, tendrá que aplicar una especie de anti-transubstanciación o exorcismo psicopolítico, pero no veo yo en qué pueda consistir algo así. Una cosa es segura: esta campaña brevísima y estos comicios sin precedentes, tendrán como signo distintivo el tratamiento metafísico del presente y futuro de mi país y la apelación constante a los asuntos de ultratumba para resolver los apremiantes problemas de los vivos.

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