29 de agosto de 2010

Filantropía

Hace poco estaba disfrutando de una estupenda cena preparada por una napolitana y una ucraniana residentes de Caserta, cuando uno de los comensales, grappa en mano, lanzó al aire esta noticia: «México ha ganado el Miss Universo.» Puesto que soy de un lugar que se dedica a producir petróleo, populismo, corrupción, beisbolistas y mujeres bellas, la noticia me interesó y al llegar a casa me conecté a Internet para enterarme de los detalles. Específicamente, quería ver por qué la concursante venezolana no había podido dar una tercera corona seguida a nuestro frívolo país. No logré saberlo porque apenas entré noté que en la parte superior izquierda estaba un link que simplemente decía «TRUMP». Por supuesto, hice clic y, tal como sospechaba, me llevó a la página de Donald J. Trump, el hiper-millonario. Leí a vuelo de pájaro la nota biográfica y me causó sorpresa la manera sencilla con la que hablan de una persona que colecciona hoteles de lujo y top-models. Sobre todo me hizo gracia el cierre que dice más o menos esto: «Trump es el arquetipo del hombre de negocios y, al mismo tiempo, es un ardiente filántropo.» ¿Será por eso que, siguiendo el ejemplo de su jefe, las participantes del Miss Universo siempre establecen una relación directa entre el bikini y el bien que pueden hacerle a la humanidad?

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