29 de mayo de 2012

Tonto


Basándome en la experiencia directa, no temo afirmar que en Barcelona muchos conductores gustan de ir muy rápido, incluso en las zonas donde no deberían exceder los treinta kilómetros por hora. Hace unos minutos venía por la Travessera de Dalt casi llegando a Secretari Coloma y vi un coche acercarse a una velocidad demasiado alta para lo estrecha y concurrida que es esa vía a esa altura. El conductor frenó bruscamente y dando sendos portazos se bajaron dos hombres muy azorados y yo diría que enojados. Ambos se dirigieron hacia un tercer hombre que, aparentemente, esperaba a que su perro hiciera sus necesidades para que no pasara una noche inquieta. No soy amigo de detenerme a ver los altercados callejeros, pero el ímpetu del conductor y su acompañante era tal que temí que golpearan salvajemente al señor del perro, quien dicho sea de paso estaba visiblemente intimidado por el par de marras y trataba de dar una explicación que le sacara sano y salvo de aquel trance pánico. Mientras me alejaba, también muy nervioso, logré escuchar que el disgusto de los hombres aquellos se debía a que el dueño no llevaba su perro atado a una cuerda o cadena y que bien pudieron atropellar al animal. No supe en qué acabó el pleito porque seguí mi camino. Sin embargo, me quedé pensando en la agresividad de aquellos señores y en la absurda que era la razón para golpear a otro ser humano. Para mí todas las razones de la agresión son absurdas y no debe existir el momento en que una persona opte por atacar a otra, pero pegarle a alguien porque ha decidido dejar que su perro corra a sus anchas, me parece un motivo más que absurdo, tonto.

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