7 de junio de 2013

Gesto

Hace unos días estuvo de visita una vieja amiga quien me puso en autos sobre la situación que vive Venezuela a ras de la vida cotidiana. La situación es grave y triste. Las personas intentan sobrevivir en medio de una violencia generalizada que no mide consecuencias, una polarización política que busca la aniquilación definitiva del opositor, una clase gobernante totalitaria, corrupta e igualmente violenta y la escasez radical de alimentos y enseres de primera necesidad. ¿Cómo llegó uno de los países más ricos del mundo a una situación como esta? No se sabe. Bueno, sobran las teorías, pero hasta ahora ninguna ha podido responder esa pregunta satisfactoriamente. Desde mi humilde posición, creo que en mi país (y en cualquier país) la respuesta la tiene la gente. Son sus habitantes quienes llevan o traen las crisis. Suele decirse que los malos son los poderosos y que los que no tienen poder son solamente víctimas. Yo pienso que no es así. Todos somos responsables en mayor o menor medida. Sí, el gobernante tiene buena parte de la culpa, pero el más pequeño gesto de un agente remoto que aparentemente no tiene nada que ver con el gobierno puede ser co-responsable de los buenos y de los malos resultados. Si, por ejemplo, es hora de elegir un gobernante y no voto, soy responsable de la crisis. Si cuando un gobernante toma una decisión no le presto atención ni manifiesto mi desacuerdo (si lo hubiere), soy responsable de la crisis. Si tolero que el gobierno promueva la violencia y descalifique y vitupere a quien piense diferente, soy responsable de la crisis. Si me subo a un avión y me olvido para siempre de Venezuela, soy responsable de la crisis, etc. Insisto, todo gesto importa; todo gesto influye.

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