24 de diciembre de 2014

Mapache

Ayer, por razones que ahora no vienen al caso, vi buena parte de una película animada llamada The nut job. Los animales de un parque urbano, parecido al Central Park de New York, intentan reunir comida para estar abastecidos durante el invierno. El otoño ya ha avanzado más de la cuenta y los animales notan que las provisiones son insuficientes. Liderados por un mapache populista y autoritario, es decir, un líder en el que todos confían, deciden tomar por asalto un expendio ambulante de nueces. El mapache elige a dos comisionados, una ardilla hembra, lista, decidida y ecuánime, y una ardilla macho, tonto, superficial y torpe. Cuando llegan al expendio, otra ardilla macho, tipo rebelde sin causa y defensor acérrimo de su propia autonomía, es decir, un egoísta, ya les ha ganado la iniciativa. Junto con su mudo compañero, una rata, intentan robar las nueces sin que los humanos lo noten. Todo sale mal y el expendio, que tenía forma de carrito, acaba estrellándose contra el árbol donde los animales del parque ya habían almacenado sus escasas provisiones. Puesto que llevaba un pequeño tanque de gas butano, estalla al chocar con el árbol y de lo poco que había no queda nada. El mapache acusa a la ardilla egoísta de desestabilizador y pide a los demás animales votar para expulsarlo del parque para siempre. Los animales dudan, pero luego de un par de enunciados retóricos por parte del mapache, votan a favor del exilio, y la ardilla egoísta se marcha. Este es sólo el comienzo de la película. Luego la trama se va haciendo un poquito más compleja, pero no es eso lo que importa para los efectos de esta nota. Lo que importa es el mapache. Públicamente, este personaje es considerado firme y justo al mismo tiempo. Sus decisiones, aparentemente sensatas, siempre están orientadas al bien común. Sin embargo, detrás del escenario, el mapache es un autócrata clásico. En conchupancia con el topo y un pájaro rojo muy feo, tienen claro que controlar los alimentos es una manera muy efectiva de controlar a las personas. El mapache, aunque ante "el pueblo" decía lo contrario, no estaba interesado en conseguir más comida, sino en administrar la poca que tenía para conservar el poder sobre el resto de los animales sin tener que imponerse por la vía de la fuerza. De hecho, en una segunda oportunidad para conseguir más alimento, ordenó al topo que saboteara a su propia comisión, para que las cosas no cambiaran y seguir al mando de todo. Hoy leí una noticia en El Nacional muy afín a este modus operandi. En Venezuela, para la cena de Navidad, suele prepararse una pierna de cerdo al horno. Platillo que allí denominan ‘pernil’. He aquí lo que dice la nota:
Una larga cola de consumidores se formó ayer en la parroquia Altagracia, en Caracas, porque en el lugar se instaló un puesto móvil de Pdval en el que expendían pernil en 80 bolívares el kilo, el mismo que en carnicerías se consigue entre 430 y 500 bolívares.

Los clientes estuvieron varias horas esperando para adquirir una pieza, que era lo que vendían por persona. “También hay leche en polvo, café regulado, azúcar y hasta aceite”, dijo una de las personas que estaba en la fila desde temprano en la mañana y que a mediodía seguía sin poder entrar.
El ministro de Alimentación, Yván Bello, informó desde el estado Zulia que este año el gobierno ha distribuido 4,5 millones de toneladas de productos a través de sus cadenas de mercados, reportó AVN.

No sé a ustedes, pero a mí toda esa campaña, y casi todo lo que decide el gobierno bolivariano, me huele a mapache.

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