28 de mayo de 2014

Buzón

Desde hace ya varios años tengo por costumbre leer textos literarios. No puedo afirmar que soy un gran lector ni que he leído mucho. Incluso, puede que ni siquiera me acerque a una millonésima parte de lo que leyó, por ejemplo, Jorge Luis Borges. Para no exagerar, comparado con el catálogo de una biblioteca de barrio, mi acervo de lecturas se queda muy pero muy corto. Sin embargo, lo poco que he leído me ha afectado lo suficiente como para decir que la literatura es una parte importante de mi vida. El puñado de libros que han pasado por mí, forma parte de una especie de biblioteca existencial que de vez en cuando consulto y que, también de vez en cuando, suma uno que otro ejemplar. No tengo yo una memoria como la de Ireneo Funes o la de Giambatista Bodoni, así que buena parte de lo que leo lo olvido. No obstante, de vez en cuando recuerdo pasajes que mi improbable sensibilidad atesora con cierto celo. Otros me sorprenden mientras leo y se despierta en mí un deseo intenso de guardar conmigo esa especie de epifanía estética. Ayer, por ejemplo, mientras leía “N·P” de Banana Yoshimoto, me topé con una de las comparaciones más bonitas que  haya leído en mi breve pero significativa historia de aficionado a los productos literarios. Quiero compartirla aquí esperando que surta en las personas que visitan este blog el mismo efecto: “…creo que lo que ahora más se parece a ti es el buzón de correos. Hay buzones por todas partes, pero, cuando buscas uno, siempre te cuesta encontrarlo. De improviso ves uno en una esquina solitaria. Tanto en días despejados como bajo la lluvia, en plena noche, por todo el mundo, como la luna del cielo nocturno que se refleja en todas las aguas, siempre hay un buzón. […] Yo, cada vez que vea un buzón, pensaré en ti, toda mi vida.” (pp.165-166).

No hay comentarios:

Publicar un comentario