5 de mayo de 2014

México

Tal vez a mí no me corresponda decirlo, pero como la correspondencia en casos como este no me importa, lo diré: México es un país muy bonito. No he estado en todos sus lugares. Subiendo (lo que aquí llaman el norte) he llegado hasta Culiacán. Bajando (lo que aquí llaman el sur), he llegado a Ciudad Hidalgo, frontera con Guatemala. He visitado algo de su costa oriental (Veracruz) y algo de su costa occidental (Mazatlán). He ido un par de veces a Oaxaca y unas cuantas más a Zamora en Michoacán. También he pasado algunos días en tierras tapatías (Guadalajara). He caminado por las calles adoquinadas o empedradas de varios pueblos mágicos y de otros que sin la denominación oficial no dejan de tener cierta magia: Cuetzalan, Cholula (San Pedro y San Andrés), Tecali de Herrera, Quiroga, Mocorito, Tlaxcala, Uruapan, Jiquilpan de Juárez, Sahuayo de Morelos, Chilchota, Ajijic, Tapachula, Tepoztlán, Cuernavaca, Ixtapan de la Sal, Huasca de Ocampo, Atlixco y otros que mi memoria ahora no recuerda pero que seguramente atesora. También he visitado lugares emblemáticos: Teotihuacan, Mitla, Yohualichan, Hierve el Agua, El Tule, el Lago de Chapala, el Lago de Camécuaro, el Parque Nacional Barranca del Cupatitzio, Las Estacas en Morelos, el Desierto de los Leones en la Ciudad de México, el Parque Eólico La Venta en La Ventosa, etc. He atravesado, en coche, la Sierra Norte de Puebla y la Sierra Mixteca. En fin, he podido ver un poco más de lo que ve un turista promedio (aunque ya no soy turista). Esa es la base de mi afirmación, digo: México es un país muy bonito. Ayer, precisamente, atravesaba la Mixteca y no podía dejar de sorprenderme por aquella profusión de xerófilas de todo tamaño y variedad que revestían a los no menos sorprendentes cerros de esa escarpada y abismal cordillera, ubicada entre Oaxaca y Puebla. Recordaba mis largos recorridos por carreteras en apariencia interminables y cómo siempre están flanqueadas por hermosos paisajes que se pierden de vista. Pensaba también que es un privilegio para la vista vivir aquí, y a los nativos no les queda otra que sentirse orgullosos de la tierra que los vio nacer y que les da cobijo. Me siento agradecido de que me hayan concedido un cachito de todo eso.

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