2 de diciembre de 2010

Biutiful

Hace un par de horas vi «Biutiful», el film más reciente del director mexicano Alejandro González Iñárritu, conocido por su ya clásica «Amores perros». No puedo decir que me gustó, pero tampoco puedo afirmar lo contrario. Es una obra que, según mi opinión, tiene sus partes bien puestas. El problema es que le faltó una que me conectara estéticamente con ella. La historia es exageradamente dramática y aunque le hace cierto guiño a los asuntos sobrenaturales, el drama tiene su fuerte en el tratamiento que le da a eso que muy rápidamente llamamos realidad. Es muy fácil calificarla de cruda y desde el principio me atrevería a decir que golpea al espectador. La cámara se acerca casi pornográficamente a la desnudez de los acontecimientos y llega un momento en que queda claro que las cosas siempre pueden empeorar. En ese sentido, «Biutiful» no se preocupa en absoluto por la esperanza. Todo lo contrario, en ella la vida se dirige más temprano que tarde hacia la muerte, y el camino está plagado de calamidades irremediables. En la vida hay más material para llorar que para reír, parece decirnos González Iñárritu. El protagonista,  encarnado convincentemente por el chato Javier Bardem, es una especie de Robin Hood lumpenizado, y valga el término, que no logra ni quitarle a los ricos ni darle a los pobres. Es un hombre más bien infeliz a quien todo le sale mal. Su vida transcurre en Barcelona, pero no la que los turistas desean conocer, sino la Barcelona marginal, sucia y oscura, donde los hombres y mujeres infames fraguan como pueden su cotidianidad. En términos propiamente fílmicos, la dirección de González Iñárritu es impecable, las actuaciones están muy bien logradas y el guión, aunque muy dado a los primeros planos y a la fotografía con aspiraciones góticas o con ganas de captar el lado escarapelado de la imagen, no deja de ser simbólicamente eficiente. Finalmente, la banda sonora es tan lóbrega como todo lo demás. En definitiva, es una película que hay que ver con el corazón bien puesto; yo, que lo tengo donde siento que debe estar, salí de la sala un poco abatido por tanto afecto triste. La belleza, cuando se escribe mal, se ve como Biutiful.

2 comentarios:

  1. Yo agregaría que también vale la pena ir bien acompañado. El llanto compartido se desliza más rápido.

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  2. No sé bien porqué, yo salí como ladillado. Considero que la película es buena porque me removió violentamente, despertó sentimientos intensos en mi, y una película de la que se pueda decir eso, en general, la considero buena. El problema es que no me gustó sentirme así. Sin ánimo de comparar circunstancias, ese mismo sentimiento lo tengo a veces cuando pienso en cosas como la falta de dinero y la incertidumbre que supone. Si ya tengo esos sentimientos en mi vida cotidiana, no me hace falta ver una película para recrearlo.

    Mientras tenga razones para sentirme así, preferiré ver una película más cercana a la fantasía y al disfrute más visceral y menos cesudo, de acción o de zombies, que la gente muere y no pasa nada, las explosiones y persecuciones continúan sin cesar, paralelas a algún romance express.

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