2 de diciembre de 2010

Potter

Un día después de su estreno vi «Harry Potter y las reliquias de la muerte». Confieso que no soy potteriano, es decir, no me sé de memoria los nombres y biografías de los personajes ni tampoco tengo a mi disposición mnémica el catálogo de objetos y lugares que conforman el mundo magistralmente creado por J.K. Rowling (aunque sospecho que la autora en algún momento tuvo contacto con «Kiki’s Delivery Service» de Miyazaki [1989] o, antes, con la novela homónima escrita por la también japonesa Eiko Kadono y publicada en 1985, es decir, 12 años antes de la publicación de «Harry Potter and the philosopher stone»). No obstante, he leído las siete partes que componen la historia y de la cual «…las reliquias…» es ya la última. Imagino que no fue posible hacer un guión unitario y por eso el final está compuesto a su vez por dos partes. Esta composición convierte este comienzo del final en una preparación lenta y, al menos para mí, tediosa del trepidante desenlace que casi todos conocemos. Dicho de otra manera, en la parte uno de las reliquias no pasa nada visualmente memorable, a no ser la manera como se relata la fábula de los tres hermanos y la muerte. Del resto, solo nos queda esperar la puesta en imagen del final definitivo.

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