Máximo de Tiro fue un filósofo griego que vivió durante el siglo II d.C. Buena parte de su vida la pasó en Roma y dedicó su esfuerzo intelectual a la intelección de los siempre misteriosos asuntos celestiales. Voltaire lo cita en su Diccionario Filosófico y yo hago la propio para cerrar varias ideas que dejé abiertas en las dos entradas anteriores:
«El Eterno tiene sus designios durante toda la eternidad; si la plegaria está acorde con su voluntad inmutable, es inútil que le pidamos lo que está resuelto a hacer. Si le rogamos que haga lo contrario de lo que está resuelto a hacer, es suplicarle que sea débil, ligero o inconstante; es burlarse de Él. Si le pedís una cosa justa, la concederá sin que se le ruegue; si le pedís una cosa injusta, le ultrajáis. Sois dignos o indignos de la gracia que imploráis; si sois dignos, lo sabe mejor que vosotros, y si sois indignos, obráis mal pidiéndole que os conceda lo que no merecéis. En una palabra: sólo rezamos a Dios porque le hemos hecho a nuestra imagen y le tratamos como a un bajá o como a un sultán, al que podemos calmar o poner furioso. En todas las naciones rezan a Dios; los sabios se resignan y le obedecen. Recemos como el pueblo y resignémonos como los sabios.»
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