4 de agosto de 2012

Moral


Buscando otra cosa en un libro de Thomas De Quincey que lleva el inquietante y a veces incómodo título «Del asesinato considerado como una de las bellas artes», hallé un pie de página que me atrevo a transcribir in extenso:
Kant: quien llevó sus exigencias de veracidad incondicional hasta el extremo extravagante de afirmar que si alguien ve a una persona inocente que huye de un asesino y este último lo interroga, su deber será contestar la verdad y señalar el escondite de la persona inocente, aunque tenga la certeza de que con ello será causa de un asesinato. Y para que no se creyera que tal doctrina se le había escapado en el calor de la controversia, al reprochársela un célebre autor francés, Kant la reiteró solemnemente y expuso sus razones.
Sin comentarios, aunque da qué pensar.

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