15 de enero de 2013

Dignidad


Aun cuando deploro tanto la figura del hasta ahora presidente de Venezuela así como el gobierno que ha ejercido durante los últimos 14 años, pienso que todo el alboroto causado porque no podía ni pudo asistir a tomar posesión de su nuevo mandato, es además de cruel un ejemplo de desatino político de marca mayor. Casi que podía imaginar a las cúpulas opositoras diciendo «Ha llegado la hora de dejarlo fuera del poder.» Si bien la Constitución tiene abierta una ventana para que algo así suceda, es decir, para que se convoquen elecciones si el nuevo presidente ni puede asumir el cargo, tal como han estado las cosas en Venezuela los que ahora ocupan el poder, y que han hecho lo indecible por mantenerlo, en modo alguno iban a ceder fácilmente. Pienso que la oposición venezolana debe luchar en un terreno más digno y dejar al actual presidente vivir su proceso en paz. Su lucha, ahora, debe ser contra su propio cuerpo, no contra sus compatriotas por mucho que no le quieran. Después de éste, sea ahora o dentro de mil años, Venezuela se merece (y necesita) un presidente y un gobierno transparentes, solidarios y sobre todo sostenibles.

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