El Diccionario de la Academia Española de la Lengua, suele presentar las acepciones precedidas por una breve referencia etimológica. Por lo general, las palabras castellanas provienen del griego o del latín o de alguna otra lengua romance. Algunas, son calcos semánticos de las lenguas sajonas y germánicas y otras de origen árabe debido a la ocupación que sufriera la península ibérica hace ya un buen tiempo atrás. No obstante, algunas palabras tienen una nota que me intriga y que, lo confieso, me gusta mucho. Cito: «(De or. inc.)», que significa «De origen incierto». Pienso que esa referencia pudiera utilizarse fuera del marco lingüístico en más de una circunstancia de la vida; el amor, por ejemplo, debería escribirse siempre así «Amor (De or. inc.)» o, a pesar de Nietzsche, la afición de ciertos seres humanos por el poder debería obligarles a sumar esta advertencia a su nombre, v.g., «Chávez (megalomanía De or. inc.)».
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