18 de enero de 2013

Rodilla


Acabo de ver, no sin cierto desconsuelo, una foto del actual vicepresidente de Venezuela. Está de pie detrás de un podio con la mano en alto y la boca abierta, actitud clásica de quien ofrece un discurso político ante las masas. En el frontispicio del podio en letras mayúsculas rojas puede leerse la siguiente inscripción: «Los pueblos de nuestra América, rodilla en tierra.» Esta especie de exigencia inexcusable (como casi todas las que formula el chavismo) ¿qué significa? En realidad no lo sé, pero, especulando un poco, imagino que se refiere a un acto propio de las milicias. Visualizo al soldado que afianza una de sus rodillas en el suelo, acomoda la culata de su fusil contra su hombro, cierra un ojo, abre el otro, apunta y, cuando tiene el blanco en la mira, dispara. También se me ocurre otro gesto: el fiel que desesperado y genuflexo eleva sus plegarias a Dios. Ambas posturas, en el plano del sentido, creo que son incompatibles. Sin embargo, ambas pueden confluir si comparten la misma finalidad. El soldado puede disparar para defender una causa y el fiel puede rezar para que se logre la misma causa. Es muy común que los soldados que van a matar a otros soldados se encomienden a Dios o que los familiares de esos soldados vayan a misa a rezar por sus hijos (para que maten sin morir). Imagino que Dios, ante esas plegarias, se sonroja y se da la vuelta, no sé; o dice si favorezco a alguno de los dos seré injusto y la injusticia no forma parte de mis atributos, pero si los dejo desplegar todo el potencial que les he dado sigo siendo el mismo Dios de siempre. Elucubraciones metafísicas aparte, lo cierto es que los simpatizantes del presidente venezolano piden a los latinoamericanos que pongan la rodilla en tierra por él, es decir, que recen si es necesario, pero, también, que disparen si hace falta.

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