15 de enero de 2013

Volador


A Borges le gustaba la idea de un libro infinito; yo prefiero la de un libro volador. El primero, si fuera metafísicamente posible, requeriría también de un lector infinito o a lo sumo de incontables generaciones de lectores y, como es propio de los asuntos que nunca acaban, ni el uno ni los otros lograrían llegar al final. El segundo, en cambio, sería del todo accesible. Sólo habría que esperar a que se posara en su anaquel de residencia o a que volviera del sur promediando la primavera; y a cada regreso un nuevo comienzo.

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