10 de mayo de 2015

Sintonía

Uno de los responsables involuntarios de mi gusto por el jazz fue Jack Braunstein, productor y locutor de un programa de radio llamado El idioma del jazz que se transmitía por la Emisora Cultural de Caracas FM 97.7 cada domingo de 6 a 7 de la tarde. Inútil decir que no me lo perdía por nada del mundo, aun cuando las condiciones técnicas para escucharlo eran más bien precarias. La señal de la emisora llegaba a duras penas hasta las montañas de mi pueblo, y para captarla ataba a la antena de la radio una antena adicional extraída de otro aparato. Esta extensión permitía que llegara hasta el techo donde hacía contacto con una viga de metal. En mi ignorancia, creía que ese contacto era fundamental para que la señal fuera recibida. Una vez que la captaba, no debía mover para nada la antena. Desgraciadamente, mi artilugio hacía que el aparato fuera más sensible a eventos electrostáticos más cercanos. Uno de ellos era la máquina de coser de una de mis hermanas. Era costurera, así que la usaba todo el tiempo. Cada vez que accionaba el pedal eléctrico, se escuchaba la máquina en forma de un espantoso ruido que anulaba las ondas de la frecuencia modulada. Yo le rogaba que de 6 a 7 se tomara un descanso, pero a veces se le olvidaba y entonces me encontraba en el dilema de tener que perderme parte del programa para pedirle de nuevo que dejara de coser o quedarme a escuchar el programa a pesar de las terribles interferencias de su artefacto. Con todo, recuerdo aquel tiempo con cierto romanticismo y, precisamente, esa nostalgia es la que ha provocado esta nota. Hace un par de días comencé a ver Whiplash, la laureada película de Damien Chazelle. Durante los primeros minutos el terrible profesor Terrence Fletcher le pide a los miembros de su banda que interpreten un tema que se llama precisamente como la película. Al escuchar los primeros acordes me pasó como a Anton Ego cuando probó el ratatouille de Rémy. ¿Por qué? Pues porque resulta que Whiplash era el tema con el que comenzaba y acababa El idioma del jazz. Era, pues, su “sintonía”, es decir, el fragmento musical que aparece siempre al inicio y al final de un programa radiofónico y que lo identifica. La verdad, siendo yo un tanto curioso, no entiendo por qué nunca mostré el más mínimo interés en averiguar ni el nombre de esta sintonía ni quién la interpretaba, hasta ese momento que la reconocí. Gracias a internet pude enterarme que el tema fue compuesto por Hank Levy, y la versión que escogió Braunstein para su cortina pertenece al disco Soaring del trompetista norteamericano Don Ellis, grabado en 1973. Porque a veces la vida es buena, la grabación original de Universal fue remasterizada a 192kHz/24BIT por MPS (Most Perfect Sound) y subida a la red en Free Lossless Audio Codec por una persona muy generosa para regocijo de gente como yo. Confieso que no se trata de un tema que me guste como los que me gustan, pero el peso que tiene en mi historia personal excede mi gusto, y ya lo he escuchado varias veces por el puro placer de recordar aquellos tiempos de tanta carencia material pero de mucha riqueza estética.

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