No recuerdo quién decía que para escuchar mejor hay que cerrar los ojos. Yo casi siempre lo hago (cuando estoy en casa) y no sé si escucho mejor, pero sí hay un doble juego de disfrute que consiste en sustraerme del “mundo real” y en sumarme al “mundo de la pieza” que estoy escuchando. El problema (siempre hay un problema), es que se refuerza la soledad de quien escucha. Nadie participa de mi experiencia. Yo y mi música en una isla desierta. Por lo general, ejerzo ese ensimismamiento, pero a veces me dan ganas de no cerrar los ojos, de escuchar en compañía y compartir lo que voy sintiendo y lo que el Otro va sintiendo. Nunca pasa.
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