5 de junio de 2015

Última

¿Por qué la violencia sigue siendo violencia? Porque es positiva, es decir, no niega sino que reafirma la existencia. La violencia es una forma de insistir en el ser; para mí, la peor de todas pero la más fácil y recurrente. Conducirse guiado por otra cosa que la violencia es el camino de la virtud pero ¿a quién le interesa la virtud? ¿A quién le interesa esforzarse tanto? A nadie o a muy pocos. No es cierto que la mayoría de nosotros nos realizamos en la humildad. Todo lo contrario, la soberbia es nuestro pan de cada día. Por la boca sale el postulado de la virtud, pero por el acto concreto realizamos la violencia. Hacemos como si ya no hay nadie con nosotros, eso es ser violento; actuar como si no existiera el Otro, decía Levinas. Disculpen amables lectoras esta amargura de antelucano, pero estas palabras no son mías, son el producto (¿el residuo?) de haber tenido contacto con personas cuya forma de existir es, precisamente, esa: violenta. Esas personas abundan en mi país, incluso lo gobiernan, y allí se quedarán, en lo que de manera imprecisa llamamos “poder”, ejerciendo su violencia porque ella les da vida, porque mientras menos Otro, más ellos. Lo peor de no creer en el infierno que vendrá, es que se apresuran a construirlo en el presente a cada instante. Estos reproductores de infierno, estos violentos, mientras puedan acabar con los demás no se debilitarán. Son como aquellos personajes a quienes no les bastaba ser inmortales, se buscaban los unos a los otros para darse muerte porque la gracia de la inmortalidad era que sólo hubiera un inmortal, no varios. Y así creo que pasará en Venezuela. Llegará un momento en que los Otros, no muertos sino anulados como existentes, dejen de ser interesantes para los violentos y comiencen a devorarse entre ellos mismos hasta que sólo quede uno. Cuando eso suceda, cuando sólo quede uno, será el penúltimo día de la última violencia.

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