7 de junio de 2015

Artista

Tarde he visto “The Artist” de Michel Hazanavicius. Seguramente, ya ha sido elogiada con suficiencia. Sin embargo, hoy quiero hacerlo yo. En estos tiempos dominados por el significante, hacer una película donde nadie habla o, mejor dicho, donde el uso de la palabra se reduce al mínimo y hacerlo con éxito, es una cosa rara. Confieso que postergué la experiencia porque tenía el prejuicio de que esa ausencia me generaría cierto aburrimiento. Ahora admito que fue una postergación tonta. The Artist no aburre en absoluto. Tiene un ritmo, un pulso anímico que impide “desconectarse” de la trama y de su estética en general. Además de las actuaciones y el plot mismo, la gran responsable de este rapto atencional es la música. Allí donde nadie dice nada, la música dice todo. En esta película, la música habla. Y su discurso es tan efectivo que entendemos cuando hay gracia y cuando hay desgracia. Yo incluso solté una lágrima llevado a ese punto por la melodía. De las muchas cosas que me resultaron atinadas y diferentes (aun para una propuesta nostálgica como esta) fue la fuerte presencia del amor, pero la ausencia de besos apasionados. Imagino que Hazanavicius, ya que se daba el lujo de prescindir de las palabras, también se dio el lujo de no optar por clichés expresivos. En fin, para mí, The Artist es una reivindicación del cine y verla es todo un lujo para lo que antes se conocía como espíritu.

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