7 de noviembre de 2010

El budista

Estaba Kenkō sin nada mejor qué hacer, tomó su pincel, lo hundió en la tinta y escribió más o menos esto: 
No podemos confiar en nada. El tonto deposita su confianza en las cosas, y esto, a veces, le conduce a la rabia y a la amargura. Si tienes poder, no confíes en él; los hombres poderosos son los primeros en caer. Puedes tener muchas posesiones, pero no debes depender de ellas porque en cualquier momento las puedes perder. Si has aprendido algo, no confíes en lo que sabes; incluso Confucio, en su tiempo, y aun sabiendo lo que sabía, fue despreciado. Puedes ser virtuoso, pero no debes confiar en tus virtudes; incluso Yen Hui, discípulo de Confucio, fue desventurado. No debes confiar en la amabilidad de los demás, porque ciertamente habrá de cambiar. No confíes en las promesas. Es raro que las personas sean sinceras. Si no confías ni en ti ni en los otros, te alegrarás cuando las cosas vayan bien, pero no tendrás resentimiento alguno cuando vayan mal. Si no tienes nada delante de ti, ni detrás de ti, estarás libre de constricciones. El cielo y la tierra no tienen límites. ¿Por qué el hombre tendría que ser diferente?
Tengo una que otra objeción.

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