28 de septiembre de 2012

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Hace unos días iba en el metro y entre Quevedo y Sol se subió un hombre de unos 30 años de edad. Llevaba en la mano un instrumento de cuerdas e inmediatamente conjeturé que cantaría una canción a cambio de algunas monedas. Se paró muy cerca de mí y pude constatar que el instrumento que se disponía a tocar era nada más y nada menos que un cuatro, y, más sorprendente todavía, la canción que comenzó a cantar era «Alma llanera», el segundo himno nacional venezolano. La verdad me conmovió su interpretación que, justo es decirlo, no tuvo nada de virtuosa. Mi reacción seguramente se debió a la coincidencia de sentido en un lugar como ese. Acabó de cantar, le di una moneda y le dije «¡Chévere» como quien dice una contraseña. Me dio las gracias con un gesto entre cómplice y solidario y se marchó a otro vagón.

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