10 de septiembre de 2012

Típico


Hace poco una española revisó un borrador que escribí sobre una técnica de recolección de información. Si bien considero que sus competencias académicas están por encima del standard, es decir, por encima de las mías, a veces me dice cosas que la verdad me desconciertan. En esta ocasión, tachó en mi texto la palabra lineamientos y la substituyó por la palabra consideraciones. Cito el argumento que le sirvió de base para tomar esa decisión: «Esta palabra [lineamiento] se comprende poco en Español; podría entenderse como líneas generales.» Ya van varias veces que lectores españoles me hacen sugerencias similares con argumentos análogos. Mi conclusión, tal vez exagerada, es que no conozco suficiente el idioma que ellos hablan y que no están dispuestos a comprenderme sino a corregirme. Siempre creí que hablaba español, pero los españoles me hicieron ver que no manejo bien los términos. Luego los catalanes me hicieron ver que, además de no conocer bien los términos, en realidad yo no hablo español, sino castellano. Hoy, resignado, no temo afirmar que hablo venezolano, idioma que si bien se origina del castellano ya ha dejado de ser tal y va por su propio rumbo. Solo me falta la autoridad para decirle a los españoles que en mi idioma no está bien visto que, por ejemplo, alguien diga subir para arriba o salir para afuera, y cosas por el estilo.

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