La palabra “refugio” viene de “fuir”
que se traduce como “huir”. Tendemos a considerar que este último término
pertenece al orden negativo del ser, a la cobardía, a la retirada, etc. Pero,
en su origen, pertenece al orden positivo; al orden vital: quien huye se salva.
De hecho, Emile Littré decía que huir es sustraerse de un peligro generado por
algo o por alguien. Uno puede huir de la lluvia o huir de un asesino, y en
ambos casos el movimiento asegura estados positivos: por ejemplo, no resfriarse
o no perder la vida. El lugar donde uno está a salvo de ese peligro, el lugar
hacia donde se huye, precisamente se llama refugio; palabra que significa estando aquí ya no es necesario seguir
huyendo. A veces, huyo de este mundo hacia la literatura. En ocasiones
busco un refugio desconocido, es decir, que no sé cuál es su capacidad de protección; otras, busco refugio seguro, releyendo.
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