24 de octubre de 2012

Boyas


Cuenta Cunqueiro de un navegante celta de tiempos remotos, que nunca se perdía en el mar. Aunque la ruta fuera extraña y desconocida, el marino, que se llamaba O’Mugha, siempre volvía a casa sano y salvo. La razón de sus felices regresos era que aplicaba una técnica muy parecida a la que aplicaran en su momento, aunque en ámbito nemoroso, los temibles Hänsel y Gretel, o lo que es lo mismo Juanito y Margarita. O’Mugha, y aquí cito al gallego, «sacaba de su boca palabras en forma de bolas de colores, las dejaba sobre las olas y, cuando hacía el viaje de vuelta, aún las bolas estaban donde las había posado, las recogía y convirtiéndolas en palabras las volvía a la boca.» Me gusta pensar en la actitud mansa y paciente de las palabras flotando en alta mar. Me gusta pensar que aguardan por su dueño y que, además, al volver a su boca natal su significado ha medrado, tienen un gusto salobre y marean en el paladar.

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