21 de octubre de 2012

Ricardo


Hace unos momentos leí una nota sobre el próximo disco del baladista venezolano Ricardo Montaner (hay que leer de todo ¿no?). Sin ánimos de disculparme ante los estetas, la leí porque me llamó la atención el nombre del disco: «Viajero frecuente». Ignoro si fue el mismo Montaner quien lo escogiera o su equipo de producción, pero no puedo evitar reconocer que es un nombre estupendo. No por el contenido del disco (no lo he escuchado y es poco probable que lo haga porque la balada romántica es un género por el que no suelo pasar), lo que me gusta es el sentido que gana la expresión cuando se la extrae de su rejilla de especificación (el término es de Foucault) o, si se quiere, de su contexto habitual. Yo, a veces, hago este tipo de juego semiótico solamente por divertimento cogitativo o más bien por pura y simple gimnasia hermenéutica. Mi favorita es una frase que todavía usan las tiendas en tiempos de rebajas: «Hasta agotarse la existencia.» Creo que además de aplicarse a la mercadería, puede aplicarse al amor, y si subrepticiamente la mezcláramos con las frases que usara, por ejemplo, el joven Werther nadie notaría la alteración. Seguramente Ricardo y yo estaríamos muy de acuerdo en esto.

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