31 de octubre de 2011

Barbas

Si no existe, debería crearse una nueva rama de la medicina que se llamara gastroenterología psicosocial. Esta disciplina se encargaría de atender los estragos que producen en el aparato digestivo las acciones de ciertas figuras públicas. Hoy, por ejemplo, mi estómago se ha resentido ligeramente luego de leer una noticia que tiene más pies que cabeza. Según la nota, publicada en el diario El Nacional, el presidente de Venezuela anunció públicamente que a su país comenzarán a llegar «sistemas de defensa antiaérea, nuevos batallones de tanque y de unidades de artillería de costa y de montaña.» Esto, según él, persigue al menos dos objetivos: por un lado, «seguir fortaleciendo la capacidad de defensa de su país» y, por el otro, evitar que a su país le apliquen lo que denominó «la fórmula libia». Además del evidente fondo paranoide de este anuncio, vale la pena destacar las palabras que cierran el artículo: «Venezuela ha comprado casi 11.000 millones de dólares en armas rusas en el último lustro, lo que lo ha convertido en el principal importador de armas rusas en Latinoamérica.» ¡Once mil millones de dólares! Mi cabeza no es capaz de imaginar las cosas buenas que pudieran hacerse en ese país con todo ese dinero; por supuesto, aumentar el parque armado no forma parte de esas cosas. La verdad, es un misterio para mí el sentido de este tipo de decisiones. Sobre todo en la terrible situación socio-económica en la que se encuentra ese país. Según el Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2010-2011, realizado por la CEPAL, «entre diciembre de 2009 y diciembre de 2010, el índice nacional de precios al consumidor (INPC) aumentó un 27,2%, cifra superior a la inflación del 25,1% registrada durante 2009. En los primeros tres meses de 2011 han continuado las presiones inflacionarias; los precios subieron un 27,4% respecto de marzo de 2010 y la inflación acumulada alcanzó un 6% en ese período. Los precios han sido afectados sobre todo por el incremento de los alimentos y las bebidas, en particular los productos agrícolas. […] Las remuneraciones de los trabajadores aumentaron en términos nominales un 20,5% entre el cuarto trimestre de 2009 y el mismo período de 2010, pero se redujeron en términos reales debido a la inflación del 27,2% registrada en ese lapso.» Es decir, que todo aumentó y las personas laboralmente activas no recibieron por su trabajo la remuneración suficiente para poder pagar los altos precios de los alimentos. De allí, no es difícil conjeturar que la nutrición tanto de los trabajadores y trabajadoras como de las personas que dependen de ellas y de ellos, a día de hoy en ese país, deja mucho qué desear o, en el mejor de los casos, es harto difícil de lograr. Esto para los que tienen trabajo, porque según ese mismo estudio, «en 2010 aumentó la tasa de desempleo respecto del año anterior, pasando del 7,8% al 8,6% en promedio y registrándose un mayor desempleo durante cada uno de los cuatro trimestres del año comparados con los mismos  períodos de 2009.» No obstante, según el Libro de los Hechos de la CIA, esa tasa hasta marzo de 2011 era de 12,10%. Considerando que son unos 29 millones de habitantes, esa cifra no es del todo desestimable. En el nivel ya no económico, sino sociopolítico, el informe anual de Human Rights Watch para el año 2011 comienza la sección dedicada a Venezuela de esta manera: «El control ejercido por el gobierno venezolano sobre el poder judicial y el consiguiente debilitamiento del sistema de frenos y contrapesos democráticos han contribuido a generar una situación de derechos humanos precaria. Sin un control judicial de sus acciones, el gobierno del Presidente Hugo Chávez ha socavado sistemáticamente la libertad de expresión de los periodistas, la libertad sindical de los trabajadores y la capacidad de las organizaciones y defensores de derechos humanos de promover derechos básicos. También ha perseguido a opositores políticos. Los abusos policiales y la impunidad representan un grave problema. Las condiciones carcelarias son deplorables y se producen numerosas muertes debido a la violencia entre reclusos.» Y ya para no hacer demasiado larga esta entrada, cierro con un par de cuestiones: ¿hace falta comprar armas en un país como éste? ¿Quién querrá atacarlo si los problemas que su gobierno no atiende son el enemigo que poco a poco va acabando con su propio país? ¿Por qué su presidente se siente amenazado luego de conocer los resultados del proceso dictatorial en otro país? ¿Acaso se ve reflejado en el perfil de aquel líder que su propia gente llegó a odiar tanto? Si es cierto aquello de quien no la debe no la teme también ha de ser cierto lo de quien la debe la teme. Es más digno decir: «No tengo que defenderme de nada porque nada en mí da pie para esperar un ataque». No lo es tanto decir «cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo», porque seguramente tienes barbas inflamables.

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