10 de julio de 2012

Imaginación


Como ya se sabe, la imaginación gusta mucho de divagar. En una de esas divagaciones, hace tiempo ya, llegué a la conclusión de que sería interesante estudiar física; digo, por un momento pensé en hacer una segunda carrera realmente científica. Quería conocer los mecanismos que le permiten a un ser humano afirmar que existen entidades diminutas que nunca vemos pero que son responsables de lo que conocemos como materia. Luego me enteré de que la mayoría de esos mecanismos eran imaginarios y que los físicos podían tardar años en ver lo que su imaginación, muy adelantada, en algún momento postulaba. Así que me quedé con la psicología que suele estar cerca de las imaginaciones y, por ende, de los mecanismos de los físicos. Sé que si algún miembro de esa rama de la ciencia lee esto seguramente dirá que ni tenía ni tengo idea de lo que es la física. Es cierto: no tenía idea y sigo sin tenerla. No obstante, de vez en cuando la curiosidad me lleva a enterarme de algunas de las cosas que hacen esos señores tan sesudos y tan serios y que, la verdad, no dejan de corroborar eso que acabo de llamar ignorancia, condición que, dicho sea de paso, es lo habitual en mí. De lo último que me he enterado es que unos físicos (seis en total, comandados por el Dr. Peter Higgs, octogenario) han descubierto (o están a punto de descubrir) un Higgs Boson, es decir, una partícula elemental, una cosita infinitesimal que está muy pero muy cerca de no ser nada y que, a pesar de esa condición existencial, es capaz de hacer que otras partículas elementales tengan masa. No sé para qué pueda servir ese tipo de descubrimiento, pero me gusta imaginar a esos bosones, infinitamente pequeños, restregándose entre sí para que, por ejemplo, yo una que otra mañana pueda desayunar unas ricas arepas o unos apetitosos chilaquiles verdes.

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