4 de julio de 2012

Helado


Las formas que adoptan las compensaciones metafísicas son imprevisibles y, por lo general, difíciles de comprender. De un tiempo a esta parte, emiten por TV un comercial cuyo sentido no deja de perturbarme e invariablemente me hace sentir que esas compensaciones se reparten de manera desigual e injusta. En este comercial que les digo un futbolista famoso está sentado en una banca pública. De pronto una voz en off, que inmediatamente asociamos con Dios, le invita a pedir un deseo. Esa invitación, viniendo de un ser que suponemos omnipotente implica, por lo tanto, que el deseo del futbolista habrá de cumplirse ipso facto, y en efecto así sucede. Pero eso no es lo interesante, sino el deseo que ese hombre formula. Con una sonrisa boba y con una voz chata, nasal, ayuna de toda impostación, el futbolista pide helados para todos. Cada vez que le oigo pedir eso, pienso esto solamente lo puede pedir una persona que lo tiene todo y que, al mismo tiempo, vive en una burbuja regida por una especie de apercepción analógica invertida. Me explico, este futbolista tiene todo lo que una persona de 28 años (y también una que no sea tan joven) pudiera desear: fama, dinero, un trabajo que al mismo tiempo es un juego, afectos positivos profundos e intensos que nutren su existencia (lo quieren los suyos y también toda una nación), etc. Esto, en resumen, significa que ya no tiene nada qué pedir para sí. Sin embargo, a la hora de pedir para los demás no pide que tengan todo lo que él tiene, o estados superiores y abstractos como la paz mundial, no, él pide una cosa que cualquiera puede tener: un helado. Una justificación lógica de esa petición sería que si pidiera que todos tuvieran tanto como él, Dios en modo alguno participaría en la generación de un chiste tan cruel como el chiste del comercial. Seguramente, este futbolista de apariencia apacible y bonachona, fuera del mundo ficticio del anuncio pide para sus adentros que todos tengamos la suerte que él ha tenido, pero de momento sigo pensando que a la hora de pedir para nosotros, al menos en la esfera de la ficción, pide mal y poco.

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