23 de septiembre de 2010

El chiste

Todo chiste es una sonda arrojada al mar de la realidad. Por eso, los dictadores apresan a los humoristas, si saben que son opositores; o los acogen, si saben que son adeptos. Entre 1894 y 1961, vivió en Estados Unidos un hombre que se ganaba la vida desplegando sobre su mundo circundante el agudo humor de su intelecto. Me refiero a James Thurber. De él quiero citar estas palabras, publicadas por Penguin en un libelo llamado «Credos and curios»: «It isn’t what the ideologist believes in, but what he hates, that puts the world in jeopardy. This is the force, in our time and in every other time, that urges the paranoiacs and the manic-depressive to become head of state. Complete power not only corrupts but it also attracts the mad.» [Lo que pone al mundo en peligro no es aquello en lo que cree el ideólogo, sino aquello que el ideólogo odia. En nuestro tiempo y en cualquier otro tiempo, esta es la fuerza que urge a los paranoicos y a los maniaco-depresivos a convertirse en jefes de estado. El poder absoluto no sólo corrompe sino también atrae a los locos.]

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