27 de septiembre de 2010

Si hubieran sido ayer...

Ayer, 26 de septiembre de 2010, se celebraron en Venezuela las elecciones parlamentarias. De los 165 escaños disponibles, el partido de gobierno obtuvo 95, mientras que la coalición opositora obtuvo 64. Esto que a primera vista parece un triunfo del chavismo, no lo es tanto. El resultado, al menos en teoría, impide que la Asamblea Nacional siga legislando acríticamente a favor del presidente y su proyecto considerado, no sin cierta imprecisión, socialista. Por ejemplo, para poder aprobar leyes orgánicas, instrumento predilecto del gobernante para generar una ilusión de cambio revolucionario, es necesario obtener más de dos tercios de los votos de los asambleístas. Con 95 diputados eso no será posible. Así que, a partir del 5 de enero, el partido de gobierno tendrá que comenzar a  vérselas con personas, en este caso políticos, que no piensan como ellos o que tienen una visión diferente del rumbo que debe tomar el país en términos de leyes y de presupuestos. El presidente ya no contará con el cheque en blanco que ha tenido durante casi una década para hacer lo que brotara de su delirante voluntad gubernamental. Cabe decir que uno de los resultados más importantes de estas elecciones, que el mismo presidente había promocionado como una suerte de plebiscito, es que la oposición obtuvo el 52% de los votos. Es decir, que si ayer hubieran sido las elecciones presidenciales, Chávez casi hubiera perdido. Se preguntarán ¿cómo es que con ese porcentaje no se obtuvo la mayoría en la Asamblea? La respuesta es sencilla y al mismo tiempo indignante: «El presidente redistribuyó el censo de tal forma que las demarcaciones donde más adeptos tiene aportan más diputados al Congreso.» La cita pertenece a Pablo Ordaz tal como lo dijo hoy en El País. El temor ahora es ver qué hará la Asamblea antes del 5 de enero. Quedan varios meses y no sería una locura pensar que preparen algún instrumento legal para evitar que los 64 diputados opositores asuman los cargos que los votantes decidieron que ejercieran. Ya sucedió con el opositor Alcalde Mayor de Caracas, persona que me resulta políticamente antipática pero que habiendo sido electo con más del 52% de los votos, fue neutralizado por una figura mágica llamada Jefe de Gobierno del Distrito Capital, cargo de libre nombramiento y remoción por parte del Presidente de la República y que usurpa las competencias que correspondían a la Alcaldía Mayor. Puesto que en años anteriores ese cargo lo había ocupado gente de confianza del presidente, la figura había permanecido dormida, pero cuando la gente votó por un opositor, el presidente la despertó sin importar la voluntad electoral de aquellas personas que no le siguen. En fin, esta nota, sin duda aburrida, mal escrita y nada haplofrénica, era necesario escribirla para evitar que se convirtiera en acné. Prometo que la próxima hablaré de cosas menos espinosas y más llevaderas como, por ejemplo, la fiesta de La Mercè.

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