28 de septiembre de 2010

Una pequeña contradicción

En el mismo artículo, Castro pone en evidencia una contradicción desconcertante. Primero afirma que en Venezuela los pobres «viven en los barrios más olvidados históricamente, con difícil acceso, calles malas y menos tránsito. Cuando las aguas invaden sus hogares, todo lo pierden. Ellos no disponen de viviendas cómodas y seguras». Luego, afirma que Venezuela ya «no es una nación de analfabetos, donde millones de hombres, mujeres y niños sobrevivían en la extrema pobreza.» Más adelante, le pide a esas personas que salgan a votar por Chávez, pero eso no es lo importante para esta nota, sino la definición de «pobre» que maneja el señor Fidel. Según él, en Venezuela los pobres viven mal pero saben leer y, al mismo tiempo, ya no sobreviven a la extrema pobreza sino a una pobreza diferente, más llevadera, respaldada por la revolución bolivariana. Según Fidel, luego de una década gobernando, los revolucionarios han recuperado «los fabulosos recursos de Venezuela», sin embargo, quién sabe por qué, las lluvias siguen siendo una amenaza seria para las casas de los pobres. Eso sí, Fidel tiene muy claro, porque los ha visto, que cuando no llueve y se desentienden de sus casas, los pobres venezolanos son fervorosos, combativos, y tienen el privilegio «de vivir una etapa nueva en la historia de su país». Triste destino del sujeto histórico: recuperar unos recursos que no disfruta, temer por la pérdida de su techo ante la furia de los elementos y, peor aún, luchar a brazo partido por unas ideas que según lo postula una utopía ya raída lo harán feliz.

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