29 de septiembre de 2010

Ajedrez para los pies

Hay en la fiesta de la Mercè una especie de fascinación por la verticalidad. Gigantes, sardanas, torres humanas y fuegos artificiales, todos, realizan su sentido en la ascensión. En el caso de la sardana, baile frugal, discreto y matemático, se trata de una verticalidad mínima: cada paso se eleva poco del piso, pero igual se eleva. No hay desplazamientos ni hacia adelante ni hacia atrás ni en diagonal. Los torsos no se curvan, las cabezas no giran, los cuellos no se doblan. No hay momentos de locura, de espontaneidad desaforada, de cuerpos que se abrazan. Sólo hay unas manos que se agarran entre sí, unos brazos estirados al máximo para lograr una finalidad geométrica, un círculo, donde cada bailarín contará y contará y contará subiendo y bajando alternativamente la punta de sus pies. En la sardana el corazón está en las pantorrillas y la sintonía entre los participantes adopta la forma de un conteo grupal casi telepático. Incluso en los casos como el de la sardana de punts lliures, donde se admite la invención de pasos, éstos deben previamente ser memorizados por los bailarines y ser ejecutados con precisión, coordinación y sincronía. Todo requiere una gran concentración. Si el ajedrez se bailara, sería una sardana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario