17 de octubre de 2010

La carne de Brigitte

Chieh y Chou fueron dos legendarios emperadores de China, conocidos por su extrema crueldad. Chieh fue el último de la dinastía Hsia y Chou el último de la dinastía Shang. Estas fueron gentes que gobernaron aquel país cuando faltaban no menos de mil años para que naciera Nuestro Señor Jesucristo. Mucho tiempo después, entre 1330 y 1332 de nuestra era, un monje budista llamado Kenkō, muy aficionado al ocio y a la escritura, dijo esto a propósito del sufrimiento que ciertas personas infligen a los animales: «Un hombre que disfruta torturando a una criatura viviente es de la misma compañía que Chieh y Chou». En los años 60 del siglo XX, se popularizó en Francia una actriz no por sus virtudes histriónicas, sino por su capacidad para ocupar los deseos carnales de sus compatriotas y, también, los de muchas personas alrededor del mundo. Su nombre era y sigue siendo Brigitte Bardot y todavía hoy se la recuerda como el indiscutible símbolo sexy de aquella época. No obstante, cuando sus atributos corporales mermaron, Bardot se convirtió en una furibunda defensora de los animales. Su determinación es tal que recientemente escribió una carta al actual presidente galo, Nicolas Sarkozy, donde le acusa de ser de la misma compañía que los mentados emperadores chinos. Aunque lo más curioso y lo que ha motivado esta nota, es la amenaza que le formuló a Sarkozy: Si no detiene el sacrificio ritual de animales sin aturdimiento previo, costumbre propia de musulmanes y judíos, se lanzará como candidata a la presidencia de la república en las próximas elecciones. Ignoro si esta noticia ha puesto a temblar de miedo a Sarkozy, pero si yo fuera él le temería, no a los deseos que tenga el público francés de que la carne halal y kosher desaparezcan del mercado, sino a la fuerza que tiene la memoria hormonal de los electores. Así que habrá que cuidarse porque la Bardot amenaza otra vez con mortificar la carne, pero a su manera.

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