1 de octubre de 2010

Cinismo

Hace poco usé la palabra cínico y hoy no puedo evitar usarla nuevamente. Pero antes daré unos cuantos tips históricos para dejar claro por qué me veo obligado a usar esa fea palabra. Sé que historia y realidad no son términos que suelan ir de la mano, pero al menos por esta vez creo que el tándem puede funcionar. Bien, en febrero de 1992, Chávez, junto con otros militares partidarios de una organización conspiratoria pomposamente denominada Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, llevó a cabo un golpe de Estado contra el entonces presidente de Venezuela cuyo nombre es preferible olvidar. La intentona golpista fracasó y Chávez fue encarcelado durante dos años, al cabo de los cuales fue indultado por el presidente Rafael Caldera, no porque se lo mereciera, sino porque éste para poder ser apoyado por la izquierda y ganar las elecciones tuvo que prometer y luego cumplir ese nefasto acto. A esa misma organización golpista perteneció el entonces delegado sindical Nicolás Maduro, quien ahora ejerce como Canciller de la República. Pues bien, hace un par de días un grupo numeroso de policías ecuatorianos, descontentos con una ley que recorta sus beneficios económicos, retuvieron durante poco más de diez horas al actual presidente de Ecuador. Luego de un cruento rescate militar, con un saldo de cuatro muertos y 193 heridos, el presidente fue liberado y en sus primeras palabras públicas dijo que no se había tratado de una reivindicación laboral mal encaminada, sino de una conspiración internacional o, mejor dicho, de un intento de golpe de Estado. Si lo uno o lo otro fue cierto, lo ignoro, lo que sé es que los acontecimientos en Ecuador han llevado al canciller de marras a proponer ante la Unión de Naciones Suramericanas un estatuto de sanciones contra golpes de Estado. Según leí en un artículo publicado por El Universal el viernes 1 de octubre de 2010, la cláusula prevé «medidas concretas e inmediatas tales como cierres de frontera, suspensión del comercio, del tráfico aéreo y de la provisión de energía, servicios y otros suministros», es decir, hacer lo posible porque los habitantes del país sancionado se paupericen por algo de lo cual no tienen culpa alguna (ni los golpes ni las revoluciones son populares). Dicho resumidamente, el canciller venezolano, miembro de una organización golpista, en nombre del presidente venezolano, fundador, alto dirigente de esa misma organización, líder de un golpe y acérrimo crítico de las políticas de bloqueo que ha aplicado Estados Unidos a Cuba,  exigen a su vez que en adelante sean bloqueados los países donde se realicen golpes de Estado. Esto o es cinismo de marca mayor o es temor a ser derrocados por una práctica que una vez creyeron legítima y que gracias a ella indirectamente se encuentran en el poder. No cabe duda de que las palabras son como la ropa prestada: siempre es posible que te desnuden en la calle.

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