20 de septiembre de 2011

Lengua

En 1998, Paul Ricoeur dictó la lección inaugural en la Facultad de Teología Protestante de París. En esa oportunidad, le dio por hablar de la traducción, pero antes de entrar en el tema, expuso un punto de partida que me ha hecho decir por dentro «eso es exactamente lo que yo pienso». Citaré el texto: 
Partamos, pues, de la pluralidad y de la diversidad de las lenguas, y anotemos un primer hecho: la traducción existe porque los hombres hablan lenguas diferentes. Este hecho es el de la diversidad de las lenguas, por retomar el título de Wilhelm von Humboldt. Ahora bien, este hecho es al mismo tiempo un enigma: ¿por qué no una sola lengua? y, sobre todo, ¿por qué tantas lenguas, cinco o seis mil dicen los etnólogos? Cualquier criterio darwiniano de utilidad y de adaptación en la lucha por la supervivencia se bate aquí en retirada; esta multiplicidad innumerable es no solamente inútil, también perjudicial. En efecto, si el intercambio intracomunitario es asegurado por el poder de integración de cada lengua considerada separadamente, el intercambio exterior de la comunidad lingüística resulta en el límite impracticable por lo que Steiner denomina ‹una prodigalidad nefasta›. [Paul Ricoeur (2008). Lo justo. Madrid: Trotta. pp.101-103]

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